Muere a los 80 años Alfredo Landa, un mito del cine español

La Voz LA VOZ / EFE

CULTURA

Retirado en el 2008 tras haber recibido el Goya de Honor, el protagonista de «El bosque animado» y «Los santos inocentes» sufría problemas de salud que nunca fueron detallados públicamente

10 may 2013 . Actualizado a las 03:48 h.

El actor Alfredo Landa ha fallecido este jueves a los 80 años de edad, según ha confirmado la Academia de Cine. Retirado en el 2008, tras haber recibido el Goya de Honor, el protagonista de El bosque animado y Los santos inocentes sufría problemas de salud que nunca fueron detallados públicamente. Durante su intervención en la ceremonia de entrega del conmemorativa galardón del cine español, el tercer cabezón que recibía, Alfredo Landa se mostró disperso mientras pronunciaba un emocionado discurso. Tras esa aparición, el actor se mantuvo apartado de las apariciones públicas.

La carrera de Alfredo Landa fue un recorrido profesional extenso e intenso. El actor interpretó títulos tan célebres en comedias como Atraco a las tres y No desearás al vecino del quinto, un gran número de películas tachadas de «españoladas» y prestigiosos largometrajes como El crack, Los santos inocentes y El bosque animado.

Hijo de un comandante de la Guardia Civil, Alfredo Landa Areta se trasladó a Madrid con 25 años, donde empezó a trabajar en el teatro y como actor de doblaje. En 1962 debutó en el cine con la célebre cinta de José María Forqué Atraco a las 3. A este clásico le siguieron más de 130 largometrajes, muchos de ellos pertenecientes al «landismo», un género que nació de sus interpretaciones del prototipo del español medio en la década de los setenta.

Alfredo Landa contaba en su vitrina el premio al mejor intérprete en Cannes por Los santos inocentes, un galardón que logró junto a Paco Rabal, y dos Premios Goya, por El bosque animado y La marrana. A estos dos cabezones sumó el Goya de Honor en febrero de 2008, noche en la que, arropado por su familia y compañeros pronunció un desordenado discurso que anticipaba su posterior deterioro. «Fue como sisi quisiera decirlo todo a la vez y se me atascaran en la garganta -recordaba meses más tarde-. Lo terrible es que yo era consciente de todo lo que me estaba pasando».

Cómico y dramático por igual

En San Sebastián, Alfredo Landa fundó con varios amigos el Teatro Universitario, curtiéndose en el humor de Mihura, Jardiel Poncela o Capote, y en 1958 se trasladó a Madrid, donde debutó en las tablas de la capital con Nacida ayer. Al principio, su carrera se fraguó con trabajos alimenticios, «para salir adelante, porque para luego triunfar, primero hace falta trabajar, la experiencia es vital», reconocía a menudo el actor.

Más tarde y después de estrenarse en el cine, se sumó a los abultados repartos berlanguianos en El verdugo y pronto empezó a destacar como un estereotipo con escaso glamur y profundidad, el «españolito medio» que centraría su propio género. «¿Pero hay más orgullo que ser el macho ibérico?», decía, a la vez que reconocía que no renegaba del «landismo» que le dio un éxito tremendo y tenía su valor. «La prueba es que esas comedias siguen teniendo éxito cuando se pasan por televisión».

No desearás al vecino del quinto, París bien vale una moza, Lo verde empieza en los Pirineos... Un hombre reprimido y de escasas dotes amatorias creó escuela y asumió sin pudor Landa la tarea de encarnarlo con tal de hacer reír a una España que vivía los últimos años de dictadura. «Fue un fenómeno sociológico», reconocía, y dignificaba su trabajo asegurando que en todos estos papeles había puesto ilusión, «y a la ilusión no se le traiciona».

Como tantos otros cómicos, Alfredo Landa tuvo que demostrar sus habilidades dramáticas para ganarse el respeto de la profesión. Enterrado Franco, cambió represión cómica por la verdadera tragedia de la falta de libertades. Dio la vuelta al perdedor, hasta llenarlo de matices sensibles. Calló todas las bocas como el pueblerino de buen corazón que carga con su cuñado retrasado, Paco Rabal, en Los santos inocentes, la adaptación del texto de Manuel Delibes que realizó Mario Camus y que les dio a Landa y a Rabal el premio de interpretación en Cannes. «Estoy agradecido a esta profesión que escogí, me reconoció y, más tarde, me dio la oportunidad de demostrar mis cualidades dramáticas», decía. Y la racha siguió con títulos fundamentales de los años ochenta.

El crack, de José Luis Garci, o dos cintas con José Luis Cuerda que le reportarían sendos premios Goya demostraban el filón que había permanecido oculto en el actor pamplonica y que se hacía extensible a la televisión con Lleno por favor o con su inolvidable papel de Sancho Panza en Don Quijote, de Manuel Gutiérrez Aragón.

Garci se convirtió en el director con el que mejor relación establecería. «No habría hecho El crack si no fuese por Garci y tampoco habría hecho Historia de un beso sin él, porque estos dos personajes han sido para mí como darle la vuelta al calcetín», aseguraba. El crack 2, Canción de cuna y Tiovivo C.1950 completaron una relación que, en cambio, acabaría mal en el momento en el que, cuando la Academia de Cine anunció que le otorgaba el Goya de Honor en el 2007, Garci no aceptó por sus desavenencias con la institución. Al recoger el premio, Alfredo Landa olvidó su amargura... y muchas cosas más. Se quedó prácticamente sin palabras y mostró la fragilidad de su estado, impactando notablemente a la audiencia.

«Cuando se murió James Stewart, en la biografía que emitieron en televisión, él mismo decía que al llegar a los sesenta lo que querían era quitarle de en medio», había dicho el día que anunció su retirada por haber perdido la ilusión. «Desde aquí le digo a Steven Spielberg y Martin Scorsese que no tienen nada que hacer y que hasta luego», bromeó.

Su biografía, un dardo contra el cine español

Poco después se presentó su biografía, Alfredo el Grande. Vida de un cómico, que era una entrevista concedida a Marcos Ordoñez, y en la que no se mordía la lengua. «No hablo mal de la gente, sólo constato la realidad», señaló tras describir a José Luis Dibildos como «un timador profesional» o la actriz Gracita Morales como «caprichosa, despótica e intratable».

Alfredo Landa también arremetió contra el cine español, donde decía que «solo hay media docena de señores con talento, que lo hacen bien», y que el desencuentro con el público se debía a que «les damos morralla».