«Cuando salí de la cárcel y me vi sin nada, acabé tirado en la calle»

LUGO

Este madrileño vive en una pensión de Lugo tras pasar meses en la calle

22 dic 2011 . Actualizado a las 16:35 h.

Rafael Iglesias (Madrid, 1954) salió de la cárcel de Bonxe en agosto tras veinte años encerrado. Los siguientes tres meses combinó las noches al raso bajo unos cartones en la Praza Maior de Lugo, con otras durmiendo en el albergue municipal, en el Fogar do Transeúnte. Vestía una vieja gabardina y caminaba encorvado, sin rumbo, pidiendo limosna. Apenas articulaba palabra. Dos meses después afirma estar «volviendo a ser persona» gracias al apoyo de tres entidades sin ánimo de lucro: la oenegé Ancianos del Mundo, que le paga una pensión; el programa Sen Teito de Cruz Roja, que le da el desayuno y la ducha, y le ayuda a resolver trámites y a administrar la pequeña paga de excarcelación que cobra; y el comedor San Froilán, que gestiona Cáritas. «¡Si no fuera por ellos, qué sería de mí!», se pregunta Rafa.

?¿Cómo acabó en la calle?

?Cuando salí de la cárcel y me vi solo, sin familia, sin padres, sin hermanos..., mi cabeza dio un vuelco y me dije: «¡Dios mío, ¿y ahora dónde voy si no tengo puerta en la que tocar?!». No sé el tiempo que estuve tirado en la calle, pero lo pasé muy mal. Gracias a Dios no me dio por hacer cosas malas, pero no sabía ni mi nombre... No podía ni tener una conversación. Los chicos que podían me echaban un cable. No sabía lo que hacía, era un niño, como un bebé que no tenía conciencia. Llegar a viejo así, tirado en un banco o en un hospital y enfermo es muy duro.

?¿Llegó a pensar en regresar a la cárcel?

?En ocasiones pensé: «¡Ojalá tuviera la ayuda que había dentro de prisión!»; porque allí había amigos, conversaciones, temas... Yo era persona. Estaba en el gimnasio. Salí de la cárcel con 90 kilos, hecho un bestia, pero no en gordura porque estaba en forma. Pero al salir, en 15 o 20 días me chupé todo, me consumí al verme sin nadie. Gracias a Dios me he levantado y estoy mejor.

?¿En qué momento empezó a salir de esa espiral?

?Con la gente de Ancianos del Mundo y de Cruz Roja mi vida ha cambiado. También gracias un chico que vive en la misma pensión que yo y que me ayuda muchísimo porque estoy enfermo. Son unas personas con un corazón muy grande, de verdad. Aunque esté en la pobreza, ahora vivo porque antes de entrar y después de salir de la cárcel llevé una vida muy mala.

?Nació en Madrid, pero vivió varias décadas en Canarias, ¿cómo llegó a Lugo?

?Estuve en la cárcel en Tenerife y después pasé a la de Bonxe. Mis problemas empezaron cuando me metí en la droga. Empecé a fumar esporádicamente a los 13 o 14 años, pero me metí de verdad a los 25. Desde entonces mi vida fue un desastre, un revuelto de todo, de heroína, cocaína, crack, hachís, vino, Tranquimazin... Todo de un solo golpe. Si no tomaba todo eso diariamente mi cabeza iba hecha polvo, distorsionaba la realidad y me creía muchas tonterías. Veía las cosas mal o al revés.

?Ahí empezó la decadencia...

?La droga hizo que me dedicase al robo. Joyería que veía, joyería que era mía, aunque la policía estuviese al lado. Un día estaba a 75 metros de una comisaría y había una joyería perfumería y entré a robar. La gente me decía: «Pero estás loco, ¿a quién se le ocurre? O eres un tío con una sangre muy fría o eres idiota». Y la verdad es que era las dos cosas, porque mira que robar delante de la policía... La droga no trae nada bueno, es el diablo en polvo. Solo trae destrucción. Y sufre más la gente que te quiere, porque tu solo piensas en meterte un pico o una raya, y eso no es vida.

?¿Qué le diría a la gente joven que coquetea con las drogas?

?Les diría que aprendan a vivir, que en la vida hay muchas cosas más interesantes que la droga, como salir con tu chica, estar con tu familia, ver y decirle a una persona «te quiero», o mirar unos pantalones en un escaparate y decir: «Qué bonitos son, igual mañana me los compro». En las pequeñas cosas están las grandes realidades, y no en decir: «Cojo y me gasto 40.000 en una juerga». Eso es tontería, falsedad, todo hipocresía.

?¿Ahora está rehabilitado?

?No digo que no tome una caña de vez en cuando, pero me he quitado de todo lo malo. Estoy con la metadona y me va bien, no fumo ni un canuto. Ahora gracias a Dios sé llevar una conversación, sé donde estoy, sé quién soy. Soy un poco guasón, un cachondo mental, como era de joven. Por suerte he recuperado eso, que es lo que me guía hacia lo bueno, no hacia lo malo.

?Todavía pide en la calle...

?Vivo gracias a una paguita que me están dando [cobra una renta de excarcelación] pero no me llega. Veo a gente buena, a gente mala... Alguna me da una moneda con pena, con lástima. Otra pasa y te dice que no. Poner la mano en la calle es muy triste.

?¿Y su familia?

?Tengo tres hijos y varios nietos, pero no quiero molestarlos porque ellos tienen su vida hecha y yo aún soy un don nadie. No quiero que me vean esta clase de padre que está hecho polvo, que está envejecido, que no tiene ni un diente. ¡Para qué los voy a molestar si tienen su vida resuelta! Cuando me vea capacitado y con algo, iré a verlos. No puedo decir: «No vienen a verme». Sería hipocresía, porque yo soy el culpable de lo que me pasa por haberme metido en la droga.

?¿Cuál es su sueño?

?Llega la Navidad y me gustaría estar con mi familia, cantar, bailar..., pero tendré que meterme en la habitación como si fuera otro día. Mi sueño sería ver a mis hijos bien situados, que no tuvieran el problema que yo tengo. Y para mí quisiera tener lo que se necesita en la vida, nada más. Ver una casa y decir: «Ahí vivo yo». Tener mi cochecito. Cosas como tiene todo el mundo, no quiero más.