Pintas, fobia al inmigrante y antieuropeísmo

rita álvarez LONDRES / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

SUZANNE PLUNKETT | Reuters

03 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Parece raro que un político que presume hoy en día de beber pintas y de fumar pueda poner patas arriba la campaña electoral británica, pero el líder del Partido para la Independencia de Reino Unido (UKIP), Nigel Farage, lo ha conseguido. La fórmula es un discurso basado en la fobia a la inmigración y en un antieuropeísmo extremo que ha obligado a David Cameron a prometer un referendo sobre la UE para detener las deserciones de conservadores hacia sus filas.

Quizás la medida más controvertida de este político de 50 años es restringir la inmigración a unas 30.000 personas al año de las más de 200.000 que hay en la actualidad, y lejos de las 100.000 que prometen los conservadores. Su discurso tiene más calado en las zonas del país con menos inmigrantes, pero eso no quita para que un 77 % de los británicos aprueben sus propuestas. Es la atracción de la nostalgia. Farage quiere volver a los niveles netos de la década de los 50, con los que cree que el país «se sentía cómodo y la integración era posible». A su juicio, no provocarían la reducción de los salarios, como dice que ocurre en la actualidad.

Ante esta política, que algunos miembros de su partido llevan al extremo más racista en comentarios y declaraciones, lo que menos entienden muchos es que Farage esté casado con una alemana. Padre de cuatro hijos, reconoce que han tenido que pagar un precio por tener un apellido poco común en el Reino Unido, y que son víctimas de abucheos o comentarios déspotas.

Farage fue militante del partido conservador durante años hasta que en 1992, el primer ministro de aquel entonces, John Major, firmó el Tratado de Maastricht, defendiendo una mayor integración europea. Fue el momento que eligió para volar por cuenta propia y sentar las bases del UKIP, partido con una ideología cada vez más derechista y en el que poco queda del movimiento moderado y «no sectario» de sus inicios.

Farage no tiene reparos en pedir, de forma directa y sin ningún remordimiento, la salida del Reino Unido de la UE. Nada le frena, ni siquiera ser eurodiputado desde 1999. «No hay una tercera vía. No hay negociación que valga con Bruselas. Nuestra posición es clara: queremos recuperar nuestro país», repite una y otra vez. El UKIP es el único partido en estas elecciones que defiende un acuerdo comercial con Europa pero que a su vez quiere «liberar al país de la unión política».

Sin embargo, a este político que reconoce que le gusta pescar a primera hora del día en solitario, pasatiempo que practica incluso durante la campaña en la costa de Kent, no le va a resultar fácil llegar a Westminster. En total se presentan más de una decena de candidatos por su circunscripción, en el sureste de Inglaterra, y no está claro que Farage sea el ganador.

Sus múltiples compromisos como candidato, líder del partido y europarlamentario limitan el tiempo que reparte panfletos y pide el voto a los vecinos del distrito yendo a sus casas de puerta en puerta. Podría parecer ridículo o desfasado en plena era digital, pero se mantiene como una de las actividades más respetadas de la campaña.