¿Alemán en casa? No, gracias

úrsula moreno BERLIN / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

El Gobierno de Merkel desautoriza de plano la propuesta de la CSU

09 dic 2014 . Actualizado a las 09:24 h.

La polémica no sobrevivió al lunes. ¿Hablar alemán en casa? ¿Todos los extranjeros, para así facilitar su integración? La idea partió el fin de semana de los socialcristianos bávaros, el socio menor de la coalición que gobierna en Berlín bajo la batuta de Angela Merkel. «Quien quiera vivir en Alemania de forma permanente, debe hablar alemán tanto en los espacios públicos como en casa», rezaba la propuesta que habían preparado los conservadores bávaros de cara al congreso que celebrarán este fin de semana en Núremberg.

Después de convertirse en el hazmerreír de las redes sociales, y ser blanco de las críticas de todos los partidos, incluida la hermanada CDU, relativizaron su propuesta. A última hora de ayer, y después de reunirse la directiva con carácter de urgencia, ya no querían obligar, sino «motivar a los inmigrantes a que hablen alemán en su vida diaria».

El propio portavoz de la canciller, Steffen Seibert, intentó quitar hierro a la polémica asegurando que «el dominio del alemán es clave para la integración, y para el éxito en la escuela y profesión», una línea que secundaron todos los políticos conservadores ayer en Alemania. Pero que se hable o no alemán en casa «no es uno de los temas que recoge el acuerdo de coalición [la hoja de ruta del Gobierno fedeal] ni competencia del Ejecutivo». La responsable de Integración del Gobierno, la socialdemócrata Aydan Özoguz, ponía el dedo en la llaga al calificar la propuesta de «retrógrada, absurda y equivocada».

Esta alemana de origen turco, recordaba que todos los expertos recomiendan que los padres hablen con sus hijos el idioma que mejor dominen, que suele ser la lengua materna. «Además, ¿cómo pretenden controlar que la gente hable alemán en casa? ¿Quieren poner policía lingüística?», se preguntó en sus intervenciones televisivas.

La propuesta de la CSU iba dirigida sobre todo a la comunidad turca, el mayor colectivo foráneo del país, pero sobre todo, era un guiño a sus votantes más conservadores. Con lemas como «Quien engañe será expulsado de Alemania», con el que conden lo que califican de «turismo social», que supuestamente expolia las arcas sociales del país, apelan a los votantes que están cayendo en las redes del populista AfD, Alternativa para Alemania, el partido anti-euro y anti-inmigración que compite por su derecha.

Este problema, el de la presión por la derecha, afecta también a la Unión de Angela Merkel, que hoy celebra su congreso anual y donde nadie duda de que será reelegida por octava voz con una mayoría abrumadora. Y es que, aunque a nivel nacional en las encuestas la CDU disfruta de una cómoda ventaja, con un 40% de la intención de voto frente al 25% de su socio de coalición, el partido socialdemócrata de Sigmar Gabriel, a nivel regional, la historia es bien distinta. Con Turingia, los conservadores acaban de perder un feudo más, carecen de figuras como Merkel en Berlín y aunque han descartado oficialmente cualquier coalición con AfD, y no será tema en la agenda del congreso, nadie se sorprenderá de que se hable de ello en los pasillos.

Los temas más polémicos son la llamada «progresión fría», fenómeno que hace que un aumento salarial bruto se traduzca en pérdida de poder adquisitivo por la acción combinada de la inflación y el cambio a un tramo impositivo superior, que parte de la CDU quiere corregir ya en contra del deseo de Merkel, y la propuesta de prohibir el burka en espacios públicos.