Cabo de Cruz presume de sus colores

maría cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

CARMELA QUEIJEIRO

Vecinos de este pueblo costero de Boiro defienden su tradición de pintar cada casa de un tono

05 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Subiendo desde la lonja de Cabo de Cruz (Boiro) en dirección a la ría hay una calle a la derecha. Las casas que rodean la vía lucen cada una de un color. Destaca una coloreada rojo con las contraventanas verdes decoradas con macetas donde florecen las peonías o los geranios que inundan también el patio. La verja está cerrada. No hay timbre. Y es que hay que dar la vuelta hasta el otro lado para entrar porque la casa mira a la ría de Arousa. Forma parte de la colorida fachada marítima que caracteriza a Cabo de Cruz. Esa ante la que se sacan la foto o se hacen el selfie los turistas que toman el pueblo en verano.

La puerta principal mira hacia el cruceiro que se ve a lo lejos en una punta de la bahía, justo en dirección a la playa de Carregueiros. Es la Casa de Amor. Ahí nació María Amor y ahí se trasladó hace años Juan José Lojo, su esposo. El rojo de las paredes, el verde de las ventanas, los detalles de las hojas de la verja o los azulejos dibujados que decoran la escalera trasera los ha pintado y colocado él. Todo lo relativo a la flor es cosa de ella. «Que recorde -dice ella- as vivendas aquí sempre foron cada unha dunha cor». Y su memoria es larga porque ha cumplido ya los 65.

En el 2005 el concello de Boiro lanzó un proyecto que luego recuperaron en el 2008 los que vinieron después para potenciar que las casas fueran cada una de un color porque ahí es algo con solera. El proyecto afectaría a unas 200.

¿Cuál es la explicación de tanto colorido? «Esta era unha aldea mariñeira, a xente pintaba os barcos e coa pintura que sobraba dáballe á fachada», explica el matrimonio. El padre de ella era pescador. Por eso su casa está tan cerca de la ría. «Non había motores cando era nena e as casas estaban o máis cerca que podían do mar porque había que ir a remo ou a vela. Traían de todo porque recordo que esto estaba cheo de peixe, había ahí de todo. Xoubiña, chinchorro.... Levábano despois a Vilaxoán ao mercado ou a Vilagarcía», recuerda. Justo de la carrera por llegar el primero a la lonja nació la tradición del remo.

Aunque ahora apenas quedan pescadores en Cabo de Cruz porque la mayor parte son bateeiros, las casas continúan componiendo una paleta multicolor frente a la ría. «Había algunhas que tiñan azulejo por fóra que cambiaron para pintura, outras aínda quedan. Nós tivemos azulejo nunha parte, pero acababa entrando algo de humidade. Arreglámolo e aí están», dicen. E incluso recuerdan que hay alguna tienda de pintura que explica qué color va mejor con la casa del de al lado.

A ellos, desde luego, les gusta esa variedad cromática más que la idea de que todas las fachadas lleven el mismo color o incluso que les dejen acabados de piedra. La tradición de casas de costa con fachadas blancas a la que ha hecho mención algún arquitecto, ellos no la recuerdan. «O de pintar de blanco será polo sur, polo Mediterráneo, aquí únicamente o que non tiña para pintura encalaba porque era barato e quedaba a fachada branca pola cor da cal», dice él.

Su casa ha variado muchas veces. La última después del Mundial de Sudáfrica. El que eligió el rojo fue él: «A casa era amarilla e pensei que había que pintar. ¿O color? Rojo pola Roja», explica.

No son los únicos que se enorgullecen de los colores o los detalles como pintar diferente la parte que sobresale del tejado que hay en la fachada marítima de Cabo de Cruz. Carmen, una mujer mayor que nació en el pueblo, y Rosa que vive al lado de la Ribeira Grande también defienden que el color de cada casa vaya a gusto del consumidor. También opinan eso los jóvenes como Wenceslao: «Creo que cada un debe de pintala da cor que lle guste». Su casa es amarilla. El color, cosa de su madre. Y muestra algunas casas rehabilitadas últimamente, la mayoría de sus dueños no viven en Cabo de Cruz: «Están deixando a fachada de pedra».

Qué pasará, no saben. Solo presumen de su gusto por el color. La Xunta no ha realizado todavía el estudio que determinará cómo actuar en cada lugar. Serán arquitectos los que marquen la pauta. La lógica apunta a que será una guerra contra el ladrillo visto, además de contra actuaciones que lastimen la vista, pero respetarán la tradición.