Lo que iba a ser el recuerdo de un ser querido en el acantilado acabó en desgracia; un miembro de la familia falleció, dos continúan desaparecidos y solo uno está a salvo
08 ene 2014 . Actualizado a las 12:04 h.Todos en Meirás, la segunda mayor parroquia de Valdoviño, con unos mil habitantes, conocen la carnicería Embutidos Casa Félix. De gestionar el negocio familiar se encarga Rosi, la mujer de Juan Carlos Bedoya, electricista de profesión, trabajador desde hace 32 años del Arsenal Militar en Ferrol, en el ramo de electricidad y electrónica. «Agradable y buen compañero», como destaca una persona que le ha tratado durante tres décadas, solía ayudar a su mujer en el establecimiento.
«Es lo que menos te esperas... de una persona que ha vivido siempre en Meirás, cerca del mar», comentaba ayer un allegado, que se compadecía de la madre del desaparecido: «Hace 20 días perdió al marido y ahora al hijo y la nieta...». El lunes Juan Carlos, su hija y su cuñado, fueron arrastrados por el mar cuando recordaban en el acantilado la memoria del abuelo de la familia. Acabó en tragedia.
La joven, Patricia, de 25 años, estudió en el colegio Atios de Valdoviño y en el IES Terra de Trasancos, en Narón. Llevaba dos meses trabajando en el hipermercado Carrefour de Parque Ferrol, donde ayer apagaron la música en señal de pesar por su compañera. Su desaparición ha caído como un verdadero mazazo en el lugar, por su juventud y por el drama que ahora acompaña a la familia. Juan Carlos Bedoya López y Rodrigo Pena Rodríguez, el empresario ferrolano jubilado cuyo cadáver fue hallado en la madrugada de ayer en el arenal de A Frouxeira, eran cuñados. Sus esposas, Rosi y Chelo, son hermanas. Además de Noelia, que resultó herida, Rodrigo tenía otra hija y dos hijos pequeños gemelos.
Consternación en la funeraria
Los rostros de los parientes y allegados de la familia Pena reflejaban su absoluta consternación en la funeraria San Lorenzo, en Ferrol. La mezcla de incredulidad y dolor que dejó la tragedia era casi palpable, en una jornada de luto y agotamiento para los más próximos. Y es que algunos comenzaron a velar a Rodrigo Pena tras permanecer en las urgencias del Hospital Arquitecto Marcide hasta la madrugada. Allí atendieron a N.?P.?F., hija del fallecido y por el momento única superviviente del fatal suceso del litoral de Valdoviño.
No dudó en velar a su padre. De pie, ataviada de negro y con la frente cubierta de magulladuras, se encontraba esta mujer de 35 años, que a pesar de los politraumatismos de su cuerpo no quiso separarse de su progenitor. Su expresión, petrificada, parecía la de alguien que todavía se encontraba en pleno estado de shock. No quiso hablar, sino que permaneció en la sala asimilando su dolor. Arropándola se encontraban varios familiares, en una sala llena de gente que acudió para tratar de ofrecerles su consuelo. Esta misma tarde tendrá lugar la despedida definitiva, puesto que los restos de Rodrigo Pena serán trasladados a las 18 horas desde el tanatorio San Lorenzo hasta el cementerio municipal de Catabois.
Muy conocidos en la parroquia
El hallazgo del cadáver produjo cierto alivio entre tanto drama, compartido por toda la parroquia de Meirás. Ricardo Bedoya, padre del desaparecido, pereció hace unas tres semanas. Había sido concejal en Valdoviño y era un hombre muy conocido. Sus cenizas fueron esparcidas en el mar, al pie de la punta Frouxeira, donde se erige el faro, a pocos metros del lugar donde el lunes una enorme masa de agua lo tiñó todo de blanco y arrastró a las tres víctimas. Ayer el mar de fondo parecía doblegarse a la tristeza.
Manuel Pérez, vecino de Meirás y amigo de Juan Carlos, apenas creía lo ocurrido. «Son veciños míos e coñecíaos de toda a vida, era unha familia moi querida en Meirás». La noche del lunes se acercó a la torre, nada más enterarse de lo acontecido, para ver por sus propios ojos lo que había ocurrido. «Esa tarde eu non fun ao faro, pero cando cheguei de noite estaba cheo de xente. É que foi unha desgraza para toda a parroquia, tódolos anos pásalle algo a algún veciño de aquí. E esta vez foron tres da mesma familia», lamenta. Ayer regresó al lugar del suceso aún conmocionado para seguir de cerca las labores de búsqueda. Con la voz entrecortada y otros vecinos y conocidos de la familia, recordaban a los desaparecidos. «A filla axudaba a nai na carnicería. Estaban as dúas sempre alí e falaban e as quería todo o mundo», recordaban los vecinos.
En la vida de esta familia casi todo pasaba por la carnicería. La mayor parte de los vecinos de la parroquia compran aquí. Patricia solía echarle una mano a su madre, hasta que encontró empleo en Ferrol. «Todos somos clientes, aquí elaboran las mejores longanizas», indicó por teléfono un cliente habitual, apenado, como tantos, por la tragedia que, «una vez más», ha llegado del océano, el Atlántico embravecido. Juan Alonso, otro vecino muy amigo de esta familia, insiste en que todo el mundo «os coñece e os quere». Cuenta que Rodrigo y su mujer residen en Ferrol, pero veranean en Meirás. Ni él «ni nadie» recuerda «un oleaje tan impresionante» como el que azotó la costa de Valdoviño el lunes. «Aquí suele venir mucha gente a ver los acantilados, pero no son conscientes del peligro». Igual que Manuel, comenta que Juan Carlos Bedoya, «pese a ser de aquí, no era ni aficionado al mar ni a la pesca, no le gustaba nada. Venía, pero no daba nada». Y al final, concluye, «fue una fatalidad». «Tragedias como esta, con todos de una misma familia, yo no lo recuerdo», añade, abatido.
Entre los testigos del suceso se encontraban la madre y la esposa de Juan Carlos Bedoya López, quienes, según otras personas que presenciaron el mortífero golpe de mar, se habían quedado cerca del faro y al ver cómo la ola lo invadía todo se acercaron corriendo. La mujer permaneció en el lugar, con el operativo de búsqueda que se puso en marcha casi de inmediato; y la madre acompañó a la joven herida hasta el hospital.