Ana Tijoux: «La rebeldía no tiene edad, eso es lo más lindo»

FUGAS

Ana Tijoux.
Ana Tijoux. -

La mejor rapera en español del mundo, según Billboard, actúa el jueves en el festival Revenidas. Con el hip-hop y sus raíces latinas como soporte sonoro y el feminismo y el activismo social por ideal y bandera

02 sep 2023 . Actualizado a las 12:42 h.

Ana Tijoux.
Ana Tijoux. -

Nació en Francia, adonde sus padres se habían exiliado tras el golpe militar en Chile de 1973. De ellos heredó un pensamiento crítico inquebrantable, que abraza, impregna y guía su música en pro de causas como el feminismo, el anticolonialismo, el antifascismo o la defensa de los derechos del colectivo LGTBI. Todo ello, eso sí, siempre manifestado desde un lúcido y profundo sentimiento poético y con el hip-hop —desde su vertiente old school hasta las tendencias más avanzadas— y sus raíces musicales latinoamericanas como vibrante soporte rítmico. Ana Tijoux actúa el jueves en la primera jornada del festival Revenidas, en Vilaxoán.

—Dices en «Niñx» que las ideas se cantan y bailan y que, por eso, las matan. ¿Tan peligroso es cantar y bailar?

—Yo creo que sí. Estamos en un momento de mucha violencia a nivel mundial. La sociedad está muy polarizada. Y a mí el hecho de pensar y de reflexionar de manera natural me acciona el cuerpo. Es cierto que se ha establecido la idea de la música solo como entretenimiento. Pero creo que la trascendencia de la música está justamente en lo opuesto, en la profundidad, en su capacidad para accionar conciencias.

—En muchas de tus canciones hablas de la necesidad de darle un giro al sistema. ¿Qué puede hacer la música al respecto?

—La música y las artes son acompañantes históricos de todo movimiento de revolución. Siempre ha sido así. Todo movimiento cultural nace de una situación histórica, de una crisis, de una gentrificación. Y la música va a la par de esos procesos. No creo que la música sea una antecesora, pero sí una hermosa acompañante de la historia.

—¿Y qué podemos hacer nosotros, en nuestras vidas cotidianas, para iniciar nuestras pequeñas revoluciones?

—Para mí, una de las cosas más lindas es el colectivo. Creo que en esta época de individualismo y de superficialidad, pensar en colectivo es clave. Y eso puede pasar en el lugar de trabajo, en la familia, en el barrio..., en cualquier sitio. Creo que esa es justamente la clave. Este barullo mundial es tan grotesco y tan grande que una pierde un poquito el punto de vista y no sabe cómo plantarse frente a tanta absurdidad. A mí me sirve volver a leer los libros que me dieron un giro, volver a ver esa película que me voló la cabeza, volver a escuchar esa música que me levanta y me empodera. Y volver al colectivo. Volver a las conversaciones, a compartir mis inquietudes con lo que yo llamo mi núcleo duro: mis amigos, mi familia... Seguir sintiendo juntos y pensando juntos.

—¿Cuáles son esos libros, esas películas y esas músicas a las que vuelves?

—En lo musical, Víctor Jara siempre me hace recordar quién soy. ¿Película? Mi hija y yo vemos muchas veces El castillo ambulante. Las películas de Miyazaki me llevan a lugares de fantasía y también de sueños. Y en cuanto a libros, siempre vuelvo a Rimbaud. La poesía a mí me ayuda un montón.

—¿Cómo has vivido estos días el juicio por el asesinato de Víctor Jara?

—Estoy superremovida. Hay una impunidad tan grotesca que me dan ganas de llorar. Porque es Víctor Jara, pero son todos los Víctor también. Los que no fueron cantantes, mis padres, los amigos de mis viejos... Yo creo que la sensación es de terremoto. De hecho, ayer [por el martes] como que me vino la locura y dije me tengo que ir a Chile el 11 de septiembre, me tengo que ir. Llamé a mis padres, que fueron militantes y estuvieron presos, y me bajaron de tres pisos. Me dijeron «quédate donde estás, hay que ser más estratega. Esta lucha es mucho más grande que el 11 de septiembre». Ellos siempre piensan a largo plazo.

—La extrema derecha se ha hecho fuerte en Europa y ahora avanza también en países como Chile. ¿Ve posible neutralizarla?

—Si algún día tengo la fórmula, te juro que te llamo para que lo publiques [se ríe]. Yo creo que hay que volver al tema de lo colectivo, a la reorganización popular, al pensamiento crítico, a seguir soñando juntos, a seguir pensando otro mañana. Porque si no el enemigo se mete en el cuerpo de uno y ahí yo siento que ganaron. Nunca pensé que iba a escuchar a tanta gente decir tan abiertamente «sí, soy racista» o «soy homófobo». No podemos permitirles la posibilidad de darle la vuelta a la historia. A mí me ayuda mucho hablar con la generación de mis padres, una generación que vivió situaciones muy duras. Mi papá siempre me dice «p'adelante que p'atrás no cunde». O sea, nunca nunca perder la esperanza. Y también me ayuda hablar con mi hijo, que tiene 18 años y está lleno de ímpetu y de hormonas. La rebeldía no tiene edad. Yo creo que eso es lo más lindo.

—¿Qué queda en ti de aquella niña de la que hablas en «1977»?

—Yo me siento igual. Es chistoso porque tengo 46 años y me gusta vestirme igual. Con las mismas zapatillas, los mismas jardineras [pantalones de peto]... Creo que una nunca puede negar quien es en la esencia o en la médula. Lo que sí, espero no convertirme en una vieja de mierda y ojalá sí en una vieja más sabia. Esa es también una de las cosas a las que me enfrento con la industria musical y cultural, en la que parece que envejecer está prohibido. Yo, a mis 46, me siento muchísimo más feliz que a mis 20. Siento que tengas mucho más herramientas para reírme de mí misma y escojo mis batallas de mejor manera.

—«Con los años, cada vez que me apuntan con el dedo, más fuerte me siento», dices.

—Yo siempre me sentí insegura, fea..., todas esas cosas que son bastante idiotas. Que suenan muy superficiales, pero que al final construyen mucho quién es una e incluso como te mueves socialmente. Para mí, en este último tiempo, ha sido superinteresante mi feminidad. Es algo que estoy descubriendo y que jamás tenía pensado que iba a estar en mi carné de aventuras. Y me encanta. Pero es la feminidad tal y como yo la asumo. Para mí. A mi gusto. No para una mirada masculina.

—¿Por qué no tienes ningún disco tuyo en tu casa?

—Básicamente porque no me escucho. Siempre me ha dado mucho pudor. Es como cuando uno va a la casa de algunos académicos y tienen colgados todos sus diplomas, sus doctorados... Yo siento que tener los discos de una en casa es un poco lo mismo. Y a la vez siento que hay tanta música increíble que mejor regalo los míos y tengo la música de otra gente.

—¿Cómo se le queda a una el cuerpo cuando la eligen en el trío de mejores raperos en español del mundo?

—A ver, lo recibo y lo abrazo como un tremendo cumplido, entendiendo también que yo no soy muy de la creencia de mejores y peores. El tema de gustos es extremadamente subjetivo. Pero lo recibo con agrado, claro. Entiendo de dónde viene y cuál es el contexto. A mí lo que me pareció interesante es que las mujeres que hemos estado nominadas en la lista, todas no hemos saludado. Y las chicas que no han estado nominadas, también me han escrito. «Qué bueno, te felicito»... Pero los hombres han tenido unas luchas entre ellos que a mí me hace dudar tremendamente ante eso de que las mujeres nos tenemos envidia. Lo de los hombres parecía una pelea de gatos. Que si no debería estar este, que si debería el otro... Y yo decía está genial porque se rompe la teoría que las mujeres siempre pelean entre ellas. Entre nosotras lo único que ha habido ha sido cariño y afecto. Y eso que somos muy diferentes y con muy distintos recorridos y distintas historias, pero nos respetamos mucho. Sin embargo, he sentido que ese respeto entre los hombres, como que no ha funcionado. Mirando sus peleas internas yo me mataba de la risa.