«El público se ha hecho más listo, más progresista y más culto»

FUGAS

DAVID RUIZ

La Clara Aldán de «Los gozos y las sombras»  es ahora una Celestina divertida, independiente y trabajadora. Un personaje forjado especialmente por Álvaro Tato y Yayo Cáceres (Ron Lalá) para una Charo López que reivindica personajes femeninos para actrices de determinada edad y que dice que al teatro hay que ir con la mente abierta, dispuestos a oír y a aprender

30 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Charo López (Salamanca, 1943) subirá mañana al escenario del FIOT carballés, con 72 años recién cumplidos (el miércoles), a un personaje creado hace cinco siglos, pero nada en ella es viejo o caduco. Ni su pensamiento, ni su voz, ni su aspecto, ni su talento. Ojos de Agua se estrenó el día de la Constitución en el Escorial y volverá a Galicia tras su paso por Narón y Ourense. La actriz espera su reencuentro con el público gallego, el que más satisfacciones le ha dado en una carrera que comenzó hace medio siglo. 

-¿Cómo lleva eso de cumplir años?

-Como una cosa más de la vida, cuando es mi santo, cuando es mi cumpleaños... No me altera.

-En Ojos de agua la Celestina hace recuento de su vida. ¿Usted también?

-No, eso es el personaje, yo no hago ningún recuento, yo vivo la vida.

-Leí que la iniciativa de ser la Celestina partió precisamente de usted.

-No exactamente, no, no. Yo me encontré con el autor, estuvimos hablando en casa sobre lo que me gustaría hacer, las comedias que tenían... Ellos acababan de hacer En un lugar del Quijote y les dije que me gustaría mucho hablar del momento en que estoy viviendo la vida, el trabajo, las amistades... Al día siguiente me dijo: Vamos a sacar un personaje inspirado en La Celestina y a partir de ahí se fue creando la obra. 

-Hasta cierto punto sí fue iniciativa suya...

-Yo tenía mucha ilusión por trabajar con ellos, sí, sí. Son gente que tiene mucha hambre de teatro. 

-¿Por qué La Celestina precisamente?

-Eso no lo sé, eso habría que preguntárselo a Álvaro Tato. 

-¿Cómo lleva el personaje? ¿Le gusta esa mujer, la quiere?

-Me gusta mucho porque Celestina es un personaje divertido, es una mujer independiente, trabajadora. Dice: «Yo hice de mi labor mi vida». Celestina es un ser contradictorio y riquísimo, dramáticamente muy bonito. 

-¿Tiene algo que ver con usted?

-No, no, no tiene nada que ver conmigo. Celestina es un personaje de hace cinco siglos. En esa época en España había implantada una Inquisición y el mundo de la mujer no podía ser el de hoy de ninguna manera. No, yo con Celestina no tengo nada que ver. 

-¿Ha cambiado la obra desde el estreno?

-Ni una coma. Lógicamente la obra se respira de otra manera cuando tienes más funciones hechas, pero es un proceso imparable del actor. Sí ha habido un proceso de maduración interior, de los aspectos emotivos del personaje, que siempre se crece. 

-En el FIOT estuvo Blanca Portillo haciendo de Virgen María y ahora usted se pone en la piel de otro clásico. ¿Cuesta encontrar papeles femeninos que no sean estereotipos? 

-Sí que es difícil porque vivimos en una sociedad en la que, a partir de una edad, así como los hombres se instalan bien y pueden seguir con todo, sobre todo si tienen la oportunidad de ejercer el poder, las mujeres estamos en la vida de otra manera, nos han instalado. La cultura masculina, y femenina también, parece que establece que una mujer a partir de una edad no puede estar en puestos de poder. Por lo tanto, el teatro, cuando refleja a una mujer a partir de una edad y que tenga interés para el público siempre tiene que ser con personajes como estos, como la Virgen María o como la Celestina. Si no son madres, abuelas o parientas mayores. 

-¿Al final es: o virgen o puta?

-Yo eso no lo digo. Hay muchos personajes en la historia del teatro que son mujeres mayores, pero inspirados en el mundo actual, en la cultura actual, no. En la literatura y el teatro hay muchísimos personajes estupendos, no vírgenes y putas, hay muchísimos más.

-También han coincidido en el monólogo, que era un género más raro hace unos años. ¿Por qué cree que ahora es más frecuente?

-Yo en el año 88 hice un monólogo que duró diez años. Ahora es verdad que hay muchísimos más por una razón:   porque son más baratos, por cuestiones económicas. Hay algunos que son muy buenos, muy brillantes, y otros que son regulares, y otros malos,  pero cuando yo hice Tengamos el sexo en paz, que era de Darío Fo, estuve diez años o 12 en cartel, un disparate. Siempre ha habido monólogos, pero ahora hay más, porque hay más gente en la profesión y son económicos.

-¿Cómo se lleva un monólogo? ¿Es duro estar tanto tiempo en escena y solo?

-A mí me produce mucho placer porque salgo a escena y empiezo a identificarme, a ver, a sentir al público, si se mueve, si está atento, si van a cenar después, si ya lo han hecho. Me voy identificando con ellos y tratando de interesarles más, más... Hasta que formamos un cuerpo, ellos y yo, y yo y ellos y eso, cuando se produce, es fantástico y entonces ya me da igual estar con compañeros o sin ellos. El problema es bailar con la gente. 

-¿Qué le parece que el FIOT tenga desde hace años una escuela del espectador?

-Fantástico, yo creo que al espectador hay que enseñarle muchísimo, a según que público, a según que espectadores, ojo. Es cierto que se sigue oyendo mucho móvil, a veces mucho abanico, mucho mirar el reloj. En mis funciones no tengo que decir que no, pero sí son las quejas de los actores. En Francia y en Inglaterra no se oiría un móvil jamás, pero en España acaban de decir las normas por la megafonía y ya suena uno. Al teatro no se puede llegar de cualquier manera, se tiene que llegar con cierta gana de oír, con cierta libertad interior, a ver qué te dicen. Y también al público hay que enseñarle y eso es estupendo, y cuando no le gusta un texto, debe irse, porque si no lo transmite. Pero hay públicos y públicos. Vengo del País Vasco, donde el público es maravilloso, vengo de Canarias, donde es... ni te cuento, y en Galicia no puedo ni hablar de él, porque es el mejor que yo tengo, porque todo lo mejor profesional me ha pasado en Galicia. 

-¿Esos comportamientos de los espectadores son por falta de respeto a los actores o simple mala educación en general?

-No, yo creo que la gente sí respeta a los actores, y muchísimo, y en Galicia en especial. Lo que pasa es que para ir a teatro hay que tener costumbre, preparación, hábito. Es una cosa que tiene que venir de lejos, una forma de estar en el mundo, es una cultura. 

-Ha hecho televisión, cine y teatro durante muchos años. ¿Hacia dónde dirige ahora su carrera, hacia dónde cree que tiene más posibilidades?

-No tengo la menor idea, seguiré con mi teatro y en enero empiezo una película. El teatro siempre lo voy a tener porque me gusta muchísimo  y lo que veo más difícil es la televisión, porque ahora está muy complicada y yo ya he hecho televisión y muy bonita. No me preocupa. 

-La televisión que hizo usted parece haberse terminado, los reality se lo están comiendo todo.

-Sí, la televisión ha cambiado muchísimo. 

-¿Han cambiado mucho las cosas también en el teatro desde que usted comenzó?

-No, nada. Ha cambiado que hemos tenido un proceso democrático importantísimo, que el público se ha hecho, por suerte, más listo, más progresista y más culto, más refinado de lo que era hace 50 años. Ha cambiado el público, el teatro se sigue haciendo igual que se ha hecho siempre prácticamente, con los mismos autores y con los que se van incorporando, con los nuevos autores jóvenes. 

-¿Sigue siendo accesible el teatro o la gente prefiere quedarse en casa viendo la televisión? 

-De lo único que no podemos quejarnos es de falta de asistencia del público. Está siempre hasta arriba. En su casa no sé lo que verán, supongo que los programas de éxito. 

-¿De lo que sí se quejan es del IVA cultural?

-Para el empresario la situación es difícil y, en consecuencia, para los actores, porque cada vez cobramos menos, pero esto, parece ser, que lo vamos a arreglar ahora. Parece ser. 

-¿Cuesta encontrar nuevos textos y por ese motivo parece que siempre se recurre a los clásicos o es necesario revisitarlos continuamente  para adaptarlos a los gustos de hoy en día?

-Eso depende. De las necesidades que tengas de expresarte, de qué te apetezca hacer, de lo que le apetezca a un director, de si te llama... Se están haciendo textos clásicos. Ana Belén ha hecho Medea, Ángela Molina acaba de hacer Marco Antonio y Cleopatra con Emilio Gutiérrez Caba... Se recurre e esos textos y también hay muchos autores jóvenes que están haciendo cosas hermosísimas, yo creo que todo eso no importa, porque en el teatro lo que importa es el asunto, de qué va, cómo lo trata un autor joven... Eso al público le entusiasma, ir a ver, descubrir nuevas cosas. 

Ojos de agua. Charo López y Fran García. Músico: Antonio Trapote. Dramaturgia: Álvaro Tato. Dirección: Yayo Cáceres

CARBALLO. Auditorio. 31 de octubre. 21 horas. 15 euros