Primero ha de ser el concepto y después su desarrollo. Desde ese fundamento pretecnológico surgen las cautivadoras y poéticas creaciones gráficas de Isidro Ferrer, Premio Nacional de Diseño 2002 y Premio Nacional de Ilustración 2006, que este fin de semana imparte un taller en Ferreira de Pantón organizado por La Plantación
26 oct 2015 . Actualizado a las 15:48 h.Conviene Isidro Ferrer que no debemos referirnos a la ilustración o al diseño gráfico como mera cuestión estética sino como un modo de relacionarse con el mundo y sus objetos. A veces sencillo, a veces complejo pero, en su caso, siempre comprometido. Desde su refugio laboral y personal en Huesca, Isidro Ferrer ha desarrollado un quehacer creativo que lo sitúa en la vanguardia del diseño ibérico.
-¿Ilustrador, diseñador, narrador o poeta?
-Quizá haya en mí un gusto hacia ciertas formas de narrar gráficamente que son próximas a la poesía, pero lo de poeta me queda un poco grande. Puramente narrador tampoco me veo. Y entre ilustrador y diseñador no hago una diferenciación muy clara. Si tuviese que decir qué soy diría que comunicador visual.
-En su web se autodefine como «ilustrador por devoración».
-Sí, me gusta jugar con las palabras, tanto con sus sentidos como con su utilidad gráfica. Y en este caso quise unir los términos devorar y adorar porque así me enfrento yo a mi trabajo.
-¿Se ha superado en España la idea de que el ilustrador es alguien que rellena huecos?
-Para nada, ha vuelto con más fuerza. Hubo un momento interesantísimo en el que el ilustrador y el diseñador se posicionaron como alguien estratégico en el ámbito de la comunicación y con posibilidad de opinar. Pero la crisis ha devuelto a los profesionales al punto de origen.
-Estos días hemos conocido la penosa situación por la que pasa todo un referente del diseño como es Mariscal. ¿Cómo lo ha recibido?
-Algo está funcionando verdaderamente mal en este país. Cuando se prima la museística sobre el ejercicio de la profesión es que alguien no ha entendido absolutamente nada. Es inconcebible que Mariscal tenga que cerrar su estudio porque no tiene trabajo y se abra un museo institucional del diseño. Lo que debería hacer el Estado es consolidar los territorios de actuaciones profesionales y mimar al grupo de gente que está haciendo posible que a la larga se dote de contenidos a esos museos. Y Mariscal es un museo vivo que ha proyectado la marca del diseño español a un nivel del que muy pocos somos conscientes.
-En los 80 los diseñadores gráficos compartían portadas en revistas de tendencias con músicos y actores. ¿Hoy en día ser diseñador sigue siendo cool?
-Digamos que entre determinadas tribus todavía mantiene cierto reconocimiento. No tiene la visibilidad que tuvo entonces y se ha democratizado mucho pero dentro del territorio cultural esa cierta modernidad sigue vigente.
-¿Qué le seduce a la hora de aceptar un encargo?
-Que me suponga un reto para colocarme en un lugar de no comodidad. No puede ser algo que me permita repetir los códigos que ya tengo establecidos.
-¿Hay trabajos a los que dice que no?
-Sí, puedo permitírmelo porque tengo una estructura mínima que soy yo mismo y en una ciudad como Huesca con muy poco tengo cubiertas mis necesidades. Eso me permite ser muy libre.
-«Mejor enseñar a pensar que a realizar», ha dicho.
-Es que lo que prevalecen son las ideas. Las estéticas y los estilos son pasajeros. Es algo totalmente fútil. Cuando un profesional ancla su trabajo sobre la idea, sobre la reflexión y sobre trabajar el concepto más allá de la estética o de los recursos tecnológicos del momento, ese trabajo tendrá una vida muy larga.
-En tiempos de vorágine tecnológica usted reivindica que diseñar es algo más que saber usar un ordenador.
-Por supuesto. El diseño es elaborar la estrategia y encontrar la forma adecuada de darle solución a un problema. El ordenador es una herramienta como cualquier otra. Abusar del ordenador supone perder una cantidad enorme de capacidades que la frialdad de la tecnología no contempla. En la actualidad, y no solo en el ámbito del diseño, hay una corriente muy vintage, muy de recuperación de todas esas cosas que se ha perdido una generación muy tecnócrata, que tiene que ver con el disfrute del tiempo y del entorno.
-¿Por eso no tiene móvil?
-Ni tengo móvil ni estoy en redes sociales. Quiero preservar mi tiempo privado de la contaminación profesional. Aunque también hay en ello algo de cabezonería, de posicionamiento casi ideológico.
-Usted fue el comisario de la exposición Gráfica indómita. ¿El diseñador debe ser eso, indómito?
-Desde luego, tenemos una herramienta que nos permite lanzar mensajes con cierta crítica o de contenido social, pero esa es una cuestión de posicionamiento individual. A mí me resulta absolutamente necesario hacerlo.