Ortigueira se recuerda a sí misma

Ana de Antonio ana.deantonio@lavoz.es

FERROL

14 jul 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El Festival de Música Celta de Ortigueira ya forma parte de la historia de la comarca de Ferrol. Varias generaciones guardan en su memoria inolvidables momentos en una cita que desde sus comienzos logra atraer a miles de seguidores. Así lo refleja la exposición que hasta el 31 de julio se puede visitar en el claustro del Ayuntamiento de Ortigueira, una serie de fotografías tomadas por el aficionado y vecino de la villa Álvaro Fernández Polo a lo largo de 30 años. Uno de los creadores. El responsable de esta muestra es también uno de los fundadores del festival y autor del cartel de este año. Cuando acaba de cumplir los 60 años, este empleado en la oficina del Registro de la Propiedad y fotógrafo en sus ratos libres se ha animado a mostrar su archivo con la intención de poner al descubierto el mayor número posible de festivales «aínda que creo que as fotos máis antiguas son as que máis poiden interesar», explica. Pero lo que realmente quiere es rendir un homenaje a todas aquellas personas de la villa que participaron en la organización del evento. Y es que «agora todo é diferente. Fai anos non había moito diñeiro e éramos os veciños do pobo os que sacábamos adiante todo isto. A organización estaba máis integrada en Ortigueira».

Apenas se ha perdido dos ediciones del festival, todas las demás fueron captadas por su cámara. «Aínda que tamén fotografiaba os concertos, o certo é que sempre gustoume máis andar por ahí e retratar á xente. Este festival da moitos momentos que hai que recoller». ¿Alguna anécdota?: «Que catorce anos despóis de facer unha fotografía preguntábanme por ela», reconoce.

En esta página apenas se enseña una pequeña muestra de lo que ofrece el Concello de Ortigueira. La primera recoge a un mítico fotógrafo que no se perdía un festival. También a un par de jóvenes mostrando el cartel de la décima edición y a una chica que participó en uno de los conciertos. Otra refleja las ganas de los vecinos de hacerse fotos con los escoceses y, por último, los escasos medios para acoger a las miles de personas que ya en los años ochenta acudían al festival.