Entre 1965 y 1966 el músico americano protagonizó una de las secuencias más prodigiosas del rock, que ahora se revisa en «The cutting edge»
01 nov 2015 . Actualizado a las 10:27 h.El propio Bob Dylan lo definió como el sonido «delgado, salvaje y de mercurio». El crítico Greil Marcus lo asemejó a la explosión de creatividad que tuvo Picasso en su etapa azul. Y suele ser bastante común la apreciación de que en ese momento el rock se convirtió en una expresión artística mayor. Se trata de la producción que el músico realizó en 1965 y 1966. La secuencia va desde el álbum Bringing It All Back Home (editado en marzo de 1965) a Blonde On Blonde (mayo de 1966), con parada en Highway 61 Revisited (agosto de 1965). Atendiendo a las fechas de grabación, solo pasaron 12 meses entre el primero y el último. ¿Existe una media de calidad y producción similar en la música popular? Umm... no.
En ese tramo de tiempo se produjo la mayor catarsis creativa de Dylan, una explosión de talento de un artista que, harto del papel que le habían asignado como cantautor protesta, deseaba liberarse, costase lo que costase. Lo hizo volcándose en su música, apartándola de todo, inyectándole electricidad y subiéndola al tren de su instinto. De fondo, anfetaminas, escritura automática, fans indignados, fotografías icónicas, y pelos revueltos. También las míticas Ray-Ban Wayfarer para ocultar los ojos de un artista que, armado de cinismo, mala baba y un toque de surrealismo, se estaba convirtiendo en una rock-star.
Los tres discos forman parte de la discoteca esencial del rock. Para la revista británica Mojo Highway 61 Revisited es el quinto mejor disco de la historia y Blonde on Blonde, el octavo. Para la americana Rolling Stone, el cuarto y el noveno respectivamente. Y la española Rockdelux colocó, por su parte, a Blonde on Blonde en el puerto cuatro de su lista de grandes discos del siglo. Son apenas tres ejemplos de la relevancia que la crítica les ha otorgado siempre. Pero, más allá de ello, se encuentran piezas como Love Minus Zero, Like a Rolling Stone, Visions Of Johanna o Just Like Woman, auténticos monumentos que justifican toda clase de flores y aplausos.
Por ello, The Cutting Edge 1965-1966 no se debe tomar como un disco de descartes más. Incluido dentro de The Bootleg Series, una serie recopilatorios que ahondan en el material de archivo de Bob Dylan, muestran el período más importante del mito. Revelan cómo creaba en el estudio y su facilidad para dar diferentes enfoques al mismo tema. En el aire siempre pervive la sensación de que, en realidad, sus discos supusieron simples fotografías de momentos que nunca se llegaron a inmortalizar del todo. Sí, la misma sensación que Dylan transmite en sus directos, la de reinventar sus propias canciones cada día, se manifiesta en estas sesiones.
MUTACIÓN TOMA A TOMA
The Cutting Edge 1965-1966, que sale a la venta el próximo viernes, se muestra en tres formatos: el normal en doble cedé (o tiple vinilo), recogiendo lo mejor de las sesiones; otro deluxe, en séxtuple cedé mucho más amplio; y un tercero inabarcable de 18 cedés que contiene todo lo que Dylan grabó en esas sesiones. Esta última versión para fans enfermizos y estudiosos obsesivos del mito se venderá solo desde la web del artista en una edición limitada a 5.000 copias. La Voz ha podido escuchar esta semana la edición deluxe, confirmando que se trata de un documento muy revelador e interesante más allá de la rareza.
Ordenado de manera cronológica, arranca con las sesiones de Bringing It All Back Home, el álbum en el que se capta el zigzag en el que se encontraba artista al arrancar 1965: una cara roquera, otra folkie. La tensión se revive ahora. Se ve cómo era Bob Dylan's 115th Dream sin empuje roquero. También, el esqueleto inicial de She Belongs To Me. Y, bueno, aunque ya conocida por The Bootleg Series Vol 1-3 (1991), se rescata el Subterranean Homesick Blues en acústico. Demuestra que, de no haber dado el paso eléctrico, el disco hubiera sido igualmente una joya.
En verano, tras ser repudiado en Newport, amenazado en Glasgow por un fan con un cuchillo y tildado de Judas en Manchester, Dylan abandonó las dudas. Hizo una huida hacia delante grabando el monumental Highway 61 Revisited, continente de la que para muchos es la mejor canción rock de la historia: Like A Rolling Stone. Aquí ocupa un disco completo. Un total de 20 tomas que documentan el crecimiento de la canción: dudas iniciales, un Dylan dándole gran importancia a la armónica para luego desecharla, la aparición providencial del órgano de Al Kooper y el ensamblaje definitivo en la magistral toma del disco. Concretamente, la cuatro, grabada el 16 de junio de 1965.
Pero quizá el festín total llega con el material de Blonde on Blonde. Queda claro ahora que podría haber sido radicalmente diferente y continuar deslumbrando. Mención especial merece Visions of Johanna, una canción-esponja retorcida al antojo, reinterpretada de modo marcial o crecida con amplios espacios instrumentales en los que Dylan estiraba las sílabas a placer. También Leopard-Skin Pill-Box Hat, mutada en una canción de blues canónico, o el particular «así se hizo» la apertura de Rainy Day Women #12 & 35 entre risas.
El escrutinio del recopilatorio requiere horas. Pero siempre termina hallando diamantes. El fan puede ir sobre seguro. No se sentirá defraudado. Eso sí, su entorno que se prepare: una vez dentro, cuesta salir.