«Siento que he recuperado mi vida»

Mili Méndez

EXTRA VOZ

Cada separación es un mundo,  y por eso Juan Carlos no quiere generalizar. Aun así, hay una idea que no abandona. La conciliación familiar y laboral que se reivindica para las mujeres no debe desvanecerse cuando hay una divorcio de por medio.

10 may 2015 . Actualizado a las 05:05 h.

La corresponsabilidad parental, sostiene Juan Carlos, debe seguir primando. «Al principio tampoco aceptábamos los matrimonios gais. Cada vez los miramos con mejores ojos. Con la custodia compartida creo que sucede lo mismo. No se puede cambiar el chip de un día para otro. En mi entorno casi nadie sabía lo que era hace un año, ahora todos mis conocidos la aprueban. Es un paso adelante para padres y madres. En cierto modo, que nosotros no nos desentendamos de los hijos les permite tener un margen para descansar, desconectar, para rehacer su vida», argumenta. En seis años casi se ha duplicado el porcentaje de sentencias que conceden este régimen.

Cuenta Juan Carlos que todavía hoy cuando lee la sentencia que le concedió la custodia compartida de sus dos hijos se emociona. «No hay palabras. No me lo esperaba porque sé que estos casos son excepcionales», explica. Desde el pasado uno de octubre él también es el responsable de la guarda y custodia de sus pequeños de 8 y 6 años. En su caso, no se produjo de la forma más deseable, sino después de un proceso contencioso en los juzgados. Tras pasar un examen psicosocial, ser evaluado por un trabajador social y un psicólogo, testificar, aportar nóminas y certificados de horarios la jueza dictaminó que lo mejor para los niños era que sus dos progenitores se repartieran los cuidados. «Mi exmujer y yo vivimos a 400 metros de distancia, nuestros hijos no han perdido el contacto ni con sus amigos ni con su entorno. Es como cuando estábamos casados, solo que ahora cada uno tiene su propia casa», expone. Lo más duro del divorcio fue luchar por lo que él define como el derecho a seguir siendo padre. «Antes tenía un régimen de visitas, los veía dos tardes a la semana y fines de semana alternos. En esas condiciones ¿cómo iba pedirles que hicieran los deberes? Aprovechaba las horas que teníamos para jugar con ellos, pero en eso no consiste ser padre», dice. En estos meses una grata rutina ha vuelto a su vida: «Algo tan simple como ayudarlos a hacer los ejercicios o leerles un cuento por las noches. Que me arrebataran todo eso de golpe fue lo más duro». Su disponibilidad horaria, es socio de una Sociedad Limitada que se dedica a la reparación de electrodomésticos, cree que fue uno de los puntos que jugó a su favor. «Puedo adaptarme, ir a recogerlos al colegio o llevarlos a las tareas extraescolares. Cuando no están intento concentrar ahí todo el trabajo»,  explica, y añade: «Desde que nacieron fueron mi prioridad, me entregué a ellos. Cuando estaba casado ya hacía todas esas cosas al tener mi expareja una jornada intensiva». Juan Carlos y su exmujer tienen un régimen de viernes a viernes. Una semana los niños están con él y otra con ella. Además, por sentencia, disponen de una visita los miércoles por la tarde, desde las 15.45 hasta las 20 horas. Comparten los gastos del colegio y cada uno asume los ordinarios. El efecto maleta, asegura, no es un problema insalvable. «Ellos son conscientes de la situación. Lo importante es que los dos les inculquemos valores, el equipamiento lo tienen en las dos casas». Juan Carlos quiso luchar por ellos a pesar de las recomendaciones que apuntan a que este reparto de la custodia debe producirse tras un consenso entre los padres. El Supremo pide «respeto mutuo». Para que funcione, las asociaciones de padres separados que la reclaman también indican que tiene que haber flexibilidad por parte de ambos, predisposición a ceder, además de ser económicamente soportable. Él mantiene que pone todo de su parte. «Si quieren ver a su madre, pueden hacerlo en cualquier momento», aclara. Sin embargo, todavía está pendiente del recurso presentado en la Audiencia Provincial por su exmujer, que en octubre reclamó la custodia monoparental. «Quiero ser optimista y espero que nada cambie», confiesa. El mundo ha dado un giro  para él. «Recuperé mi vida. A ellos los veo felices. Siempre tuve miedo de que les afectara a su rendimiento escolar, sobre todo al mayor, que va camino de cumplir los nueve años. Pero en el colegio le sigue yendo de maravilla. Pienso en este tema, y no me sale de la cabeza una cosa: ¿Por qué vas a retirarte de la vida de tu hijo? Es un derecho poder tener una madre y un padre. Es lo más normal cuando los dos, desde el nacimiento, nos ocupamos de su crianza. Las cosas hay que compartirlas, madre y padre».