Sería interesante que Pablo Iglesias nos dijera cuál es su modelo de medios de comunicación ahora que propone un debate sobre ellos. Lo que sabemos es que ha dicho que la existencia de medios privados ataca la libertad de expresión y que aboga por su control público a través de un ministerio de Comunicación como el de Venezuela. ¿Lo mantiene? También hemos comprobado que es capaz de burlarse, ridiculizar y humillar públicamente a un periodista. Este tipo de señalamientos despreciables no son nada nuevo. Ya los practicaba su adorado Chávez. Ha pedido disculpas en ese juego cínico de tirar la piedra y esconder la mano que tanto practica. Ofende a sabiendas y luego hace como si no lo hubiera querido hacer. Mero cálculo político. No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que es insostenible declararse defensor de los de abajo frente a los arriba y arremeter contra un redactor de base. Pero no solo fue un error, como aduce, sino que forma parte de su autorretrato y de una estrategia estudiada de desprestigio de quienes osan no bailarle el agua. Iglesias es una creación de las televisiones privadas, en las que mostró sus dotes de hábil e histriónico telepredicador. Hay dos cadenas que le siguen dando un trato preferencial. Claro, otros medios le son adversos. Se llama libertad de expresión. Iglesias está en su derecho de criticar a la prensa. Sería deseable que lo hiciera con más altura intelectual, más allá de ese adanismo grotesco que le caracteriza, como si hubiera descubierto ahora que los medios privados tienen propietarios, ideología e intereses. Lo fundamental es el pluralismo. La preguntas clave es: ¿qué modelo aplicaría si llegara a ser presidente, el del control público con un Monedero como ministro de Comunicación o el de las democracias occidentales? Que lo diga.