El mercado de la desesperación

maria cedrón MELILLA / E. ESPECIAL LA VOZ

ESPAÑA

Las mafias de la inmigración entre África y Europa mueven unos 100 millones de euros al año y llegan a alquilar menores para facilitar el paso en las fronteras de Melilla y Ceuta

16 mar 2014 . Actualizado a las 15:03 h.

La tragedia de la playa de El Tarajal, en Ceuta, donde el 6 de febrero murieron 15 inmigrantes que trataban de cruzar a España no es más que otro capítulo de un drama, el de la inmigración ilegal, que lleva años latente y que ha vuelto a dispararse ya desde el 2013. Cada día miles de personas desesperadas se juegan su futuro a una carta. No solo al intentar cruzar a Ceuta o Melilla. También cuando atraviesan el desierto de Mauritania, al intentar pasar de Argelia a Marruecos o al sobrevivir al frío y la lluvia en el monte Gurugú. Palizas, violaciones, hambre, sed... son otros peajes que, además del dinero, han de pagar para alcanzar un sueño que les han dibujado en sus países de origen.

El 3 de marzo Klaus jugó la suya. Respiró hondo y se echó al mar. «Compramos un bote entre todos en Marruecos. Veníamos catorce y gracias a Dios llegamos a Melilla todos vivos», explica. Pagó 1.500 euros por su plaza. En su país, Camerún, era ingeniero mecánico y pudo ahorrar lo suficiente como para que su viaje hasta Europa no durara más que dos meses. ¿Por qué un ingeniero deja su país para venir a Europa? «Vine hasta aquí -dice- en busca de pastos más verdes». Su metáfora reproduce el sueño de todos, buscar un futuro mejor. España solo es un lugar de paso.

Otros tardan años en llegar. A Ahmed, un estudiante de Guinea Conakry, le llevó cinco. «Invertí unos 1.600 euros en llegar, -explica desde el CETI de Melilla- reuní un poco de dinero para emprender la marcha e iba trabajando por el camino».

El tiempo invertido en el viaje depende de lo que cada uno pueda pagar. Un informe realizado por Naciones Unidas calcula que las mafias de la emigración entre África y Europa mueven unos 100 millones de euros al año. En la calle se ve que es un mercado que fluctúa según el grado de desesperación. E innova con la misma rapidez con la que se instalan nuevos métodos de control en la valla o en el mar. En Marruecos, por ejemplo, hay inmigrantes subsaharianos que llegan a pagar 500 euros por una lancha de plástico que no vale más de 70. Y hay los que «alquilan» menores para ser utilizados como escudo y no tener problemas al cruzar la frontera. Normalmente los traen en patera.

«Antes cuando veíamos a una mujer con un niño ya entraban directamente, pero nos dimos cuenta de que muchas veces esas no eran sus verdaderas madres o padres», explican fuentes que operan en la frontera de Ceuta. Desde la Delegación del Gobierno en Melilla recuerdan un caso extremo que se dio el año pasado «en el que un niño que había salido ya del CETI había vuelto a entrar poco después con otro familiar, supuestamente. Son menores que no son familia de ninguno de los que los acompañan y por eso se ha tenido que recurrir a las pruebas de ADN».

Detrás de todo eso están las mafias, aunque entendidas como pequeñas redes que actúan en cada estado, no como una gran organización internacional. La mayoría de inmigrantes consultados a un lado y otro de las fronteras de Melilla y Ceuta -llegados desde Camerún, Mali, Costa de Marfil, Argelia, Siria, Guinea... - dicen haber hecho el viaje por su cuenta. Algunos han llegado en moto, otros andando.... Los hay que han ido parando para trabajar y reunir dinero para continuar, pero en algún momento han tenido que pagar o contratar algún servicio para poder cambiar de país.

«Para que alguien - dicen fuentes encargadas de investigar esas mafias- deje su trabajo como ingeniero, por poco que gane, para sufrir lo que sufren es que alguien le ha convencido».

Solo algunos reconocen abiertamente haber pagado por esa «ayuda» para cruzar. «Entré por Ben Azar -el paso fronterizo internacional de Melilla- con un pasaporte marroquí. Pagué por él 300 euros», cuenta un sirio que llegó a Melilla hace unos días. Ese mismo documento vuelve luego a Marruecos para ser reintegrado a su verdadero dueño. Pero los sirios son un caso diferente. Suelen tener dinero, su país está en guerra y su fisonomía les permite hacerse pasar por marroquíes.

Los subsaharianos han de recurrir a un método más peligroso y caro para cruzar por Ben Azar. El miércoles, por ejemplo, fueron localizados tres hombres ocultos en el interior de un Mercedes. Por ese servicio suelen pagar unos 2.500 euros. «Un día me crucé con uno que pasó de esa forma y estaba mareado y no sabía dónde estaba», cuenta un melillense.

La Guardia Civil controla cada coche sospechoso con una máquina que intercepta los latidos del corazón. «A veces vienen en el hueco del depósito, otras están en el salpicadero, en un doble fondo», dicen fuentes de la frontera. También utilizan coches kamikaze y motos. Saltar la valla solo es para los más pobres. Pero incluso para eso hay jerarquías, no todos de los que bajan hasta ella saltan. Unos ayudan, otros lo intentan. Estar en un grupo u otro también tiene precio.