Correr descalzo y sufrir menos

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso Lois REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Noé Teijeiro, en su centro Noé Trainers, corrige a un atleta con una zapatilla minimalista.
Noé Teijeiro, en su centro Noé Trainers, corrige a un atleta con una zapatilla minimalista. josé pardo< / span>

La tendencia de las zapatillas minimalistas permite variar la pisada, apoyando el antepié, y reduce problemas en las articulaciones y la espalda

26 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Descalzo cruzó la meta del maratón de los Juegos de Roma 1960 Abebe Bikila, y medio siglo después su audacia se convierte en tendencia. Correr sin apenas suela, además, evita lesiones por sobrecarga en las rodillas, la cadera y otras zonas. Lo propuso el biólogo evolucionista de la Universidad de Harvard Daniel Lieberman en un texto del 2004 en Nature. Parte de que la especie sobrevivió gracias a su capacidad para correr largas distancias. Diferencia dos tipos de impacto al pisar: con el talón, lo lógico con zapatillas gruesas, y con el antepié, la manera natural cuando se corre sin protección. La masa corporal frenada por el impacto de forma brusca es del 8 % en el primer caso y del 1,5 en el otro.

Explica el estudio en su blog el traumatólogo Rafael Arriaza, que habla mañana del tema en el Inef de Bastiagueiro y se confiesa «fascinado» por el tema y sus sensaciones como corredor con calzado minimalista.

Primero, un poco de historia. «Antes la gente corría casi con alpargatas, y el calzado deportivo tal como lo conocemos llegó en los setenta y luego evolucionó con sistemas de amortiguación, talones más gruesos, geles, cámaras de aire... Se extendió la idea de que la gente se lesiona porque tiene algún problema, cuando el calzado apenas se ajusta a cada pie, todos distintos. Tantos cambios de modelos y materiales, y la variación en la pisada, no redujeron la tasa de lesiones en corredores. ¿Y si correr casi descalzo fuese más sensato?», se pregunta Arriaza.

«Yo tengo problemas de espalda por una hernia. Por muy grueso que sea el talón de las zapatillas, no absorbe todo el impacto contra el suelo, que sube por la rodilla y llega a la zona lumbar. Así que voy cambiando la pisada y usando en algunas tiradas el calzado minimalista», explica Marcos Freijeiro, finisher en el último maratón de San Sebastián. La tendencia nació tras la publicación del libro Nacidos para correr, de Christopher McDougall.

En el 2012 Lieberman amplió sus hallazgos en la revista Medicine and Science in Sports and Exercise. Dividió a los integrantes del equipo de atletismo de Harvard por tipo de pisada. Los que impactaban más con el talón «habían tenido casi dos veces más lesiones por sobrecarga que los que aterrizaban sobre el antepié», destaca Arriaza.

El cambio de pisada, automatizado desde que el bebé echa a andar calzado, cuesta cambiarlo. Debe hacerse de forma progresiva. Se trata de cambiar de zapato para cambiar de pisada. Y el proceso, incluso realizado muy lentamente, puede producir molestias los primeros días. «En mi caso se cargan los sóleos y los gemelos», apunta Freijeiro. «Otros pueden sufrir fracturas de estrés si no hacen una transición supergradual. Por eso se necesita personal formado para volver a enseñar a la gente a correr», apunta Arriaza. Es el caso de Noé Teijeiro y Álex Ventura, ponentes de mañana en el Inef.

Correr literalmente descalzo resulta utópico por las calles de Galicia. Pero no con zapatillas minimalistas, con una especie de escarpines de goma y con una suela finísima para proteger los pies de rozaduras. «Durante millones de años estuvimos descalzos, y podemos desarrollar callo para que nos proteja. Pero lo más razonable es ir combinando entrenamientos para trabajar grupos musculares distintos», añade Arriaza.

Las marcas han abandonado los modelos voluminosos incluso en el calzado más convencional para correr.

El traumatólogo Rafael Arriaza ve interesante la investigación que inició Lieberman