Por inesperado, lo sucedido al Barcelona frente al Chelsea cayó como una bomba entre la inmensa masa de seguidores del equipo catalán, que parecía convencida de tener todas las papeletas para llegar a la final de la Champions. El mundo del fútbol está poblado de medias verdades que resultan mentiras redondas a la hora de presentarlas ante las hinchadas con el claro propósito de que los aficionados sigan en una nube cuando deberían poner pie en tierra y ver de cerca la otra cara de la moneda.
Sin dejar de lado la senda de las mentiras, creo ser justo al calificar solo como equivocación la afirmación que hizo Guardiola, una vez terminado el encuentro con la eliminación de su equipo: «Hemos hecho 180 minutos excepcionales, pero este año no tocaba». Cualquier técnico de fútbol, incluso un buen aficionado, podría discrepar de Guardiola y decirle que «el Barcelona, aquí y en Londres, hizo un juego de toma y dame (el balón) con un corto recorrido». Esto permitió al Chelsea tender una «malla estratégica» que los defensas estiraban y encogían según la marcha del balón.
El Barcelona careció de disparo a puerta, tanto en la ida como en la vuelta. Fallar un penalti no justifica lo sucedido, aunque se resalta para silenciar otras carencias como, por ejemplo, la ausencia de Villa, un artillero nato como no tiene otro el actual Barcelona. Guardiola debería también reconocer fallos defensivos que permitieron al Chelsea marcar sus goles en descuidos, cuando el partido discurría por unos tramos horarios en los que el mínimo fallo podía pagarse con la eliminatoria.