Muere John Berger, pintor, crítico de arte y escritor inglés, autor de «Puerca Tierra»

CULTURA

El también poeta y ensayista, toda una referencia ética en las letras europeas, era un gran amante de Galicia, a la que vino asiduamente en sus visitas a Betanzos

01 feb 2019 . Actualizado a las 15:27 h.

Murió John Berger (Hackney, Londres, 1926). Ocurrió ayer en París. Había cumplido los 90 años hace apenas unas semanas. Tiempo atrás aseguraba sereno, como ha sido siempre: «Yo creo que la muerte está con nosotros». Había despedido a su padre y a su madre, y más recientemente a su querida esposa, la editora Beverly Bancroft. Estaba preparado.

¿Cómo tratar de explicar quién era, lo que representaba? Es el autor de novelas tan emblemáticas como G (1972) y Puerca Tierra (1979), para empezar. O de ensayos tan populares como Modos de ver (1972, construido sobre su programa de televisión y hoy todo un clásico en la interpretación de la pintura), Sobre el dibujo (2005) y Para entender la fotografía (2013). Era un artista que había dejado el pincel. Es más, empezó escribiendo en el trabajo de describir cuadros, de poner sobre el papel lo que sabía de otros pintores, de sus obras. Lo mismo amaba a Goya que a Tolstói.

No abandonó el arte porque dudase de su talento como pintor, reconocido internacionalmente, sino porque ansiaba que su obra llegase más lejos, abrazase a los hombres por doquier. Fiaba tal magnífico empeño a la humilde capacidad del libro para, a través de las traducciones y las ediciones, alcanzar el mayor eco posible. Y es que Berger, que también fue un consumado poeta, confiaba ciega e ingenuamente en el poder de la literatura, de la palabra, para transformar el mundo, mediante pequeños pasos. Su amigo el actor, director teatral y escritor inglés Simon McBurney anotaba ayer, emocionado, en su cuenta de Twitter: «Mi guía, filósofo, amigo, nos ha dejado esta mañana. Ahora estás por todas partes».

En todos los sentidos, era un humanista -y no solo por su talla intelectual-: tal condición le venía dada originalmente por su gran humanidad. Decía que si escribía, si creaba, era únicamente porque la naturaleza lo había dotado con la capacidad para escuchar a los demás. No consideraba que el suyo fuese un talento innato, superior, sino que se había ido labrando con los años, desde que inició sus estudios en la londinense Central School of Arts.

El valor de la palabra de Berger residía en el sentido ético de su trabajo, de su obra, en su compromiso con sus conciudadanos, y cuyos orígenes hay que buscar en sus vínculos políticos con la izquierda. De este proyecto vital, no exento de indignación, nació su trilogía De sus fatigas, integrada por Puerca Tierra (1979), Una vez en Europa (1987) y Lila y Flag (1990), pero también muchas otras obras. Por ejemplo, los libros que hizo con el fotógrafo suizo Jean Mohr -más allá de sus indagaciones más teóricas sobre la relación entre palabra e imagen- A Fortunate Man: The Story of a Country Doctor (1967) y Un séptimo hombre (1975). En este último ambos sirven un demoledor reportaje sobra las condiciones de vida de los emigrantes del sur de Europa que en la década de los 70 del siglo pasado dotaban las fábricas de los países ricos del norte (Alemania y Suiza, principalmente), un ensayo que debería ser obligatorio en los centros educativos de Galicia.

Por Galicia sentía Berger un cariño muy especial, que se visualizaba en Betanzos y que se fraguó durante siete años en los que cada verano venía en su motocicleta -recorriendo la costa norte- a visitar a un escritor indio afincado en tierras del Mandeo, Victor Anand. Este amor quedó plasmado en sus elogios de la gastronomía de las casetas de las ferias, aquel pulpo que comparó con la mesa y mantel del parisino restaurante Maxim’s.

La influencia del pensamiento y la figura de Berger no tiene recambio en el panorama actual de las letras europeas, pero, como dice McBurney, su obra, su palabra está ya «por todas partes». Y quien no lo haya leído todavía podrá encontrar en la triste despedida una motivación para conocerlo, para compartir la alegría y la esperanzadora fuerza de su pensamiento y su poesía.