«La buena muerte», una «road movie» a pie en un Camino de Santiago medieval

H. J. PORTO REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

En su segunda novela, el escritor madrileño Javier Arribas relata las aventuras del huido Guilhem, un verdugo de la Gascuña

18 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

De la Florencia de Dante en el siglo XIV al Camino de Santiago del siglo XIII. Tal es el salto hacia atrás en el tiempo dado por el escritor madrileño Javier Arribas (1963) con su segunda novela, La buena muerte (Almuzara), que el propio autor, en una rápida pincelada, describe como «una especie de road movie, caminando y en el medievo, que se desarrolla alrededor del Camino de Santiago». Arribas, tras el éxito de Los círculos de Dante (Roca Editorial, 2007), dedicó más de tres años a trabajar sobre el relato de las andanzas de Guilhem, un joven verdugo de la Gascuña francesa -entonces todavía bajo dominio inglés- que se ve empujado a huir cuando lo acusan, falsamente, del asesinato de su aprendiz. La acción se desencadena de una manera azarosa, toda vez que, como parte de su trabajo, ejecuta a un espía de Federico II Hohenstaufen, emperador del Sacro Imperio Germánico, aunque su condición de agente no fuese algo conocido ya que la condena le llega por unos altercados que lo señalan como alborotador. Como pago bajo cuerda por una buena muerte -que le evite al reo innecesarios sufrimientos-, el verdugo recibe una cajita de plata, compensación que, enseguida, desencadenará toda una serie de tribulaciones en la vida de Guilhem, que nunca volverá a ser la misma. En este sentido, la huida, el encuentro con unos peregrinos, el camino, cambiarán su existencia, será una experiencia de conocimiento, el personaje madura y descubre que otro mundo es posible. De hecho, admite Arribas, se rebela contra su destino, impuesto por herencia: ya su padre era verdugo (oficio despreciado por todos). Guilhem recuperará al fin una dignidad que creía que le estaba vedada. En el Camino de Santiago, con los peregrinos, descubrirá la amistad, la solidaridad, el amor, pero también la traición y la mentira, que de todo hay y de todo se aprende.

El emperador y la Iglesia disputan la legitimidad de los poderes terrenales

La cajita de plata tiene un doble fondo que guarda un documento, pero Guilhem desconoce su importancia porque no sabe leer ni escribir. La información que encierra es clave en la disputa que mantienen el emperador y la Iglesia por la legitimidad de los poderes terrenales. Pero tamaña complejidad escapa al protagonista. Aquellos símbolos y letras que quizá conforman un plano son un misterio que, poco a poco, irá desvelando a medida que su mirada se ensancha -y va haciendo nuevas relaciones- durante su viaje, en una pesquisa que se desarrolla a su paso por Roncesvalles, Puente la Reina y otras localidades para alcanzar Santiago e incluso Fisterra. Arribas reconoce que no pateó la ruta jacobea «como hubiera deseado», pero apunta que el trabajo de documentación ha sido exhaustivo y que trató de reflejar el ambiente y las circunstancias de la época. Para lo demás, «imaginación», aunque, dice, «habrá quien dé con algún anacronismo. ¡Si le encontraron las patatas a Ken Follett!» [ríe].