Rogelio Groba: «A mis hijas les pongo música clásica y me piden a Shakira»

A CORUÑA CIUDAD

CESAR QUIAN

12 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuesta saber cuando habla en serio o en broma. «Sí, toco todos los días y, si te refieres al violín, también», y acaba con una gran carcajada. «He sido travieso y vacilón desde pequeño. Una vez (casi no puede hablar de la risa) le cambiamos la silla al músico más gordo y le pusimos una de niño pequeño, tendrías que ver la cara...». Se troncha. Más serio se pone cuando habla de pedagogía musical. «Hay gente convergente y divergente, y yo soy de estos últimos. Me gusta cuestionarme la cosas, soy crítico con cómo se organiza el mundo de la música. Creo que en el sector me ven como una mosca co... Como un grano en el culo, que queda algo mejor», reflexiona Rogelio Groba Otero. Me pide por favor que no publique su fecha de nacimiento. «Nunca digo la edad. Es por vacilar. Mi edad mental es de 10 o 12 años», apunta este coruñés de la zona de San Roque de Afuera profesor de violín y música de cámara en el Conservatorio Superior de Música y fundador, director y concertino de la Orquesta de Cámara Galega. Su mujer, Ana, estudió Musicología, Económicas y piano. «Ella es un sol sostenido. La mejor persona que he conocido», afirma a dos días de San Valentín. «Las fechas siempre se me olvidan pero, ahora que me lo dices...».

La música

Son padres de dos niñas, Ana, de 10 años, y Laura, de 8. «Las dos nacieron en noviembre, el mes de Santa Cecilia», apunta. Una y otra vez hace referencia a su pasión, así que me imagino que las niñas deben de ser ya unas virtuosas. «Les hemos inculcado la música, pero de forma libre, sin presionar. «En el coche les pongo música clásica y me piden a Shakira», confiesa sonriente. Tiene dos hermanas mayores y él nació «por un despiste de mis padres». Rogelio, su progenitor y compositor de centenares de obras, era director de la Banda Municipal. «Siempre les tiró mucho A Coruña. Tenía opciones de ir a trabajar a otros lados, pero mi madre insistió en establecerse aquí», recuerda. Estudió en el Calasanz, aunque reconoce que «mi vida fue más de conservatorio, que mi padre dirigió 20 años, que de colegio. Después me fui Madrid y estudié violín, piano, dirección y composición. Me veo como un músico al que le gusta la música, en especial la culta. La salsa solo para las comidas», relata. «No concibo un día sin música. Hasta cuando tengo fiebre».

La moda del «running»

No hace nada de deporte, pero dice que «voy andando a todas partes. No me gusta correr, solo si me persiguen. Esta moda del running la veo peligrosa. No puede ser bueno. Veo a la gente por el paseo marítimo y me canso». También tiene claro que «dedicarse a la música clásica en Galicia es como ser torero en Suecia. Llevo 22 años intentando convencer a la gente de que podemos hacer las cosas de otra manera». Y cita a Sartre. «No hay nada más real que la acción. Me encanta la filosofía, la poesía... Todos los aspectos elevados del ser humano». Reconoce que tiene muchas manías. «No soporto las mujeres con las uñas largas y pintadas. Me da la sensación de poca actividad. Me encantan los aforismos», dice y cita a Séneca: «Dedos activos, dedos felices». «Soy sincero y desordenado. Miles de veces digo, si hubiese estado callado... Ah, y no soporto la estupidez. Los tontos no descansan y son muy peligrosos, sobre todo si tienen poder». Así es Rogelio Groba, que en los próximos meses piensa volver a realizar giras con la orquesta y también trabaja para potenciar el Festival Groba, que se celebra en Ponteareas, y está destinado a la promoción de jóvenes compositores. «En un mundo globalizado queremos difundir la música gallega con su máximo exponente a la cabeza. Lo que definimos como grobalización». Y se vuelve a tronchar de risa.