Oscars 2016: «Spotlight» , periodistas ante un dilema moral

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

Es de esas películas necesarias por cuanto apuestan por la denuncia social y al mismo tiempo reivindican el papel regenerador y vigilante de la prensa 

24 feb 2016 . Actualizado a las 17:17 h.

El equipo de investigación del rotativo The Boston Globe sabía a qué se exponía metiéndose a fondo en un masivo escándalo de pederastia, que afectó a la iglesia católica de la ciudad. Lo publicó en el 2002. Ellos, un grupo de periodistas fieles al soporte papel (aunque también difundían en la Red), padecieron no pocas presiones, la principal y más nociva, la del establishment de Boston, con su clero y otras instituciones a la cabeza. Así lo recoge el guion de Josh Singer y del director Thomas McCarthy (The Visitor, 2007), que optó por servir una pieza de factura elegante (por momentos con aires de telefilme), de estructura canónica y de reparto muy bien calibrado. Es de esas películas necesarias por cuanto apuestan por la denuncia social y al mismo tiempo reivindican el papel regenerador y vigilante de la prensa cuando la comunión es plena entre editores y profesionales, debiéndose a sus lectores apelando a la moral, como afirma en un momento Michael Keaton ante una insinuación de mirar a otro lado.

Pero si la comparamos con un clásico de la denuncia periodística como es Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976), el trabajo de McCarthy torna a gris pálido, reflejo de una cierta incapacidad para emocionar e incluso para enervar y hacer que abandones la sala con ganas de liarte a guantazos con el primer pervertido que te eches a la cara. Todo transcurre calmo, ajustado al canon, con una estructura sin dientes de sierra, según lo previsible. Por supuesto, con rigor y sin el recurso a la épica efectista. Son periodistas, son humanos y son vecinos. Con bloc y boli, a pie de calle para entrevistar a un puñado de víctimas cuyo dolor se mantiene en el tiempo. También a los representantes del sistema, en buena parte encubridores, sobre todo abogados. Quizá se merezca sus nominaciones al Óscar y hasta puede que lo gane (la crítica estadounidense la prefirió a El renacido, ojo), pero lástima que McCarthy optara por el realismo anémico (cierto, los periodistas no son héroes, son gente normal), cuando unas pizcas de género le habrían sentado divino.