Aquella loca de los perros que nunca tira la toalla

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

CAMBADOS

MONICA IRAGO

Cuida a los que nadie quiere y sus terapias llevan la alegría a personas mayores, enfermos y presos

19 feb 2017 . Actualizado a las 09:33 h.

Al principio la llamaban la loca de los perros. «Ahora ya no, ahora me piden consejo». Entre ambas situaciones han pasado dieciocho años, los que lleva al frente del refugio de animales de Cambados. La idea de montar una perrera -entonces se llamaba así-, fue del alcalde Santiago Tirado por mediación de Marina Rodríguez, que en aquella época estaba al frente de la protectora de Vilagarcía.

Olga Costa algo sabía del tema porque tenía una tienda de animales, pero ni por asomo se había imaginado que iba a convertirse en un ángel de la guarda para tantos peludos. «Nunca los conté…, habrán pasado unos tres mil como mínimo», calcula. Y a estos hay que sumar, en los últimos años, gatos, caballos y hasta gallinas y conejos. Y porque no hay sitio ni brazos para más si no de buen grado daría cobijo a todo animal que viera desamparado. «Lo más importante es salvar una vida», dice. Y si para ello hay que salir en plena noche a rescatar a un perro herido en la carretera o hacer cien kilómetros para operar a una perrita desahuciada, se va. Es el caso de Espe, que se quedó paralítica y moribunda y hoy, dos meses después de haber sido atropellada, ya empieza a levantarse por sí misma.

El milagro se obró por el empeño de Olga, los 1.100 euros que costó la intervención en el Hospital clínico veterinario de Lugo y los cuidados con medicina china y acupuntura que se le están dispensando en Vilagarcía. «Claro que hay que gente que no entiende que se haga este gasto ni este esfuerzo por salvar a un perro abandonado, pero cada vez eso ocurre menos».

Costa es optimista y confía en que los niños de hoy den un futuro mejor a los animales. «No sé si lo veré pero los jóvenes tienen una gran concienciación». Algo tiene que ver ella también. Lleva años impartiendo charlas en los colegios y enseñando a los pequeños, por ejemplo, que con Clau se pueda aprender a leer y a sumar. Con los perros del refugio, Olga Costa ha trabajado con presos en la cárcel de A Lama, visita a personas tetrapléjicas en los hospitales y canta y juega con personas mayores en geriátricos y centros de día. «Fuimos los primeros en España en utilizar perros del refugio para terapia, la gente nos decía que no íbamos a ser capaces, pero lo hicimos». Es su sello; la perseverancia y la confianza en unos animales que nadie quiere, y esa perseverancia evitó que tirase la toalla en más de una ocasión. Hace doce años le quemaron el coche a la puerta de su casa. Está convencida de que fue una venganza de una persona que tuvo que pagar 600 euros de multa tras haberla denunciado por abandono de un animal, pero nunca lo pudo probar. Entonces sus dos hijas aún eran pequeñas y en su entorno le decían que lo dejara, que el peaje resultaba demasiado duro. «Me alegro de no haberlo dejado, por haber superado el miedo y por que no habríamos conseguido todo lo que conseguimos».

Su premio es haber salvado y encontrado un hogar a miles de animales. El reconocimiento le llega a diario por parte de la gente, y la semana pasada, en forma de placa, que le entregó el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil con base en Vilagarcía. Detrás hay mucho trabajo y sinsabores pero ella sigue al pie del cañón con la ayuda de un regimiento de voluntarios que se encargan de la rutina diaria y que no dejan de sorprender con iniciativas innovadoras, ya sea un Cat Café o un trineo de Navidad tirado por los perros del refugio. Vali, Nor, Blanquita, Don Arturo… son nombres que formarán parte de su vida ya para siempre aunque estos seres de cuatro patas estén lejos, en Alicante y en Alemania, gracias a las siempre escasas adopciones.

Hay quien sostiene que los animales son más de fiar que las personas. «Totalmente de acuerdo. Prefiero darle la mano a un perro que muerde que a algunos humanos». De todos modos, a ella nunca le faltan manos en las que apoyarse. Su hija Laura no le falla al refugio. «Es como su madre». La segunda generación asoma.