El presidente afirma que el gasto en sanidad de Estados Unidos es la principal causa del déficit federal
24 jul 2009 . Actualizado a las 20:09 h.Un día después de que Barack Obama se dirigiese al país en busca de apoyo para la reforma sanitaria, sus propios colegas del Senado le han dado la espalda. La Cámara alta no votará la ley antes del receso vacacional de agosto, como quería el presidente. Es un hecho.
Es el primer revés formal que sufre en este tema el mandatario, decidido a lograr aquello en lo que fracasaron cuatro presidentes, desde Truman a Clinton. ¿Por qué tanta prisa?, le preguntaron en la rueda de prensa emitida en directo por todas las televisiones. «Porque todos los días recibo cartas de familias que están cascadas por las facturas médicas, y me preguntan: ¿Puedes ayudar?». «El segundo motivo es porque si en esta ciudad no pones plazos, no ocurre nada». The New York Times sostiene que la prisa del presidente responde también a otra razón de carácter político: «El tiempo no está de su parte. Cuanto más tarde el Congreso en pasar una ley sanitaria, más tiempo tendrán los republicanos para organizar la oposición y matarla».
Pero esos no son argumentos que puedan calmar la ansiedad de los legisladores, a los que había pedido que solucionaran de la noche a la mañana un problema que pesa sobre el país desde hace seis décadas y que, según recordó el propio Obama, «es el principal factor de nuestro déficit federal», sin que cubra a más de 47 millones de personas.
«¿Por qué tenemos que hacerlo a toda prisa», preguntó Charlie Melancon, uno de los siete conservadores fiscales del grupo Blue Dog que están dando problemas al presidente. Y Harry Reid, el líder de la mayoría en la Cámara alta, estuvo de acuerdo. Sobre todo, si se quiere apoyo bipartidista. «Trabajando con los republicanos, una de las cosas que han pedido es más tiempo», explicó. «No creo que sea una petición poco razonable». Hasta ese momento Reid había prometido que cumpliría con el plazo del presidente.
Obama había adelantado pocos detalles del nuevo plan sanitario, insistiendo en el peso que supone para las empresas, el presupuesto federal y la economía doméstica de las familias medias, dado que las cuotas de los seguros médicos suben tres veces más rápido que los salarios. Su objetivo es que la clase media no sufra el peso del billón de dólares que puede costar en diez años. Para sufragar el coste que asusta a los demócratas fiscalmente conservadores, Obama y sus correligionarios proponen gravar a las familias que ganen más de un millón de dólares al año con un impuesto que recaudaría 544.000 millones. Algo a lo que se oponen los republicanos, que proponen impuestos más pequeños a las aseguradoras. El plan del presidente, que apenas esboza apuntes sobre los diferentes proyectos de ley en la que trabaja el Congreso, prevé la creación de un plan de sanidad pública optativo que tendría como misión «forzar a los privados a ser honestos».