odo indica que esta tarde, en Santiago, hay partido grande. Pudo serlo, pero fallan algunas cosas y casi todas las que fallan, duelen en Lugo. Diez victorias de diferencia, una barbaridad. El Breogán acude a la fiesta como el pariente pobre, cuando la historia, especialmente en los últimos veinte años, está toda aquí. Mientras unos transitaban por los juzgados, el Breo competía al máximo nivel. Ahora, cosas de políticos, el único proyecto de equipo de élite en Galicia está en Santiago. Y debe ser cierto, porque hasta allí emigró el «mejor presidente de la historia del Breogán», para presidir sin rubor el nuevo y triunfador proyecto bendecido por la Xunta. ¿Cómo no va a doler este desprecio a quien fue santo y seña del básquet gallego?
En lo deportivo, los dos están igual de apretados. El Obradoiro, que empezó volando y parecía ya en ACB, acaba de regresar de Tenerife como equipo de LEB. Pinchazo tras pinchazo, ha ido perdiendo su ventaja y tendrá que afrontar una final con Murcia dentro de poco tiempo. Errores de aquí al final, ninguno. Y el Breogán, tres cuartos de los mismo. Una abulia rectora y un inicio caótico le tienen contra las cuerdas para algo tan barato como quedar entre los nueve primeros. No es que haya que ganar por obligación en el Sar, qué barbaridad, pero es el mejor de los sitios para sumar una de esas dos victorias fuera del Pazo que parecen imprescindibles para llegar al play off. El sabor de un triunfo esta tarde sería incomparable a ningún otro de la Liga. Y por qué negarlo, aquí en Lugo sería recibido con jolgorio.