Una gran parte de los materiales obtenidos en el yacimiento neandertal de Cova Eirós -cerca de la mitad de las casi 1.300 piezas halladas hasta ahora- son restos de fauna que están siendo estudiados por la paleontóloga Aurora Grandal, del Instituto Universitario de Xeoloxía de A Coruña. Entre los fósiles identificados por el momento figuran especies extinguidas o desaparecidas del continente, como el oso cavernario y el rinoceronte, junto con otras que siguen siendo comunes en este territorio, como el lobo, el corzo o el ciervo.
Los investigadores no solo tratan de identificar las diferentes especies, sino también de encontrar rastros de manipulación humana en estos restos, algo que puede proporcionar informaciones de gran interés sobre las pautas de alimentación o las estrategias de caza del Paleolítico Medio. «La cueva fue ocupada no solo por humanos, sino también por osos y tal vez otros carnívoros, por lo que algunos restos pueden haber sido arrastrados hasta la cueva por otros animales, pero seguramente la mayoría de ellos tienen que ver con las ocupaciones humanas, porque muchas de estas piezas presentan marcas de corte y percusión que solo puede ser de origen artificial», señala Arturo de Lombera. De hecho, todos estos materiales están muy fragmentados y entre ellos no se encuentran apenas huesos enteros.
El estudio de estos vestigios biológicos no solo aporta numerosos datos que sirven para reconstruir la evolución de los ecosistemas, del clima y de los recursos alimentarios de las antiguas poblaciones humanas de la montaña lucense, sino que también es fundamental para datar con precisión la antigüedad de las industrias líticas que aparecen junto a ellos. El análisis de estos restos con el método del carbono 14 ha ayudado a fijar en unos 84.000 años la edad de una parte de las industrias neandertales del yacimiento de Cova Eirós y en unos 30.000 años la de los vestigios arqueológicos del Paleolítico Superior hallados en el mismo lugar.