Son muchos los investigadores del Campus que han patentado el resultado de algunas de sus investigaciones y algunos han conseguido comercializarlo. En muchas ocasiones, se tiende a medir la tarea de investigación por el número de patentes registradas o comercializadas, algo en lo que Pablo Ramil no está del todo de acuerdo. «Es un elemento como otro. Hay mucha investigación sin ser patente y es importante, sí, pero la investigación no gravita sobre la patente» explica el vicerrector adjunto.
A esto añade que, en Campus como el lucense, de carácter agrario, se plantean otros debates. «¿Deben patentarse los productos agrarios para que los productores no los puedan adquirir o tengan que hacerlo a un precio mayor? En un Campus fuerte en aspectos agrarios, forestales y veterinarios para una economía que se basa en pequeñas y medianas explotaciones no se juega mucho con patentes porque tú tratas de fomentar el desarrollo económico y social de los ganaderos, agricultores o gente que vive en el mar. Y patentar significa que, si obtenemos un maíz híbrido mejor, se lo vamos a vender y no lo vamos a dejar a un precio asequible», señala.
Ramil continúa poniendo otros ejemplos como que «las variedades resistentes al chancro o a la tinta del castaño, en las cuales intervino la Universidad, se vendieron por debajo del precio de coste».
Esto, destaca, sería imposible si se patenta y se comercializa. «Pero ahí entras en la discusión de si quieres ser una Universidad al servicio de la sociedad o no. Mi opinión es que una Universidad al servicio de la sociedad, como se supone que es la USC, tiene que valorar ciertos ámbitos y no todo tiene que ser mercantil. Si nosotros recibimos ayudas públicas, también tenemos que revertir esas ayudas públicas», concluye.