El taxi, el presidiario y la varicela

Alberto Mahía A CORUÑA/LA VOZ.

GALICIA

Un recluso de Teixeiro fue trasladado a los juzgados de Betanzos en coche y le firmó un documento a un funcionario sin bajarse, por temor a un contagio

07 oct 2010 . Actualizado a las 14:30 h.

Un preso llegó ayer a las puertas de los juzgados de Betanzos esposado y con una mascarilla sanitaria. Un funcionario lo esperaba en la puerta como si se tratase de una celebridad. El recluso había sido trasladado desde la cárcel de Teixeiro para firmar un papel y lo firmó sin bajarse del vehículo de gama alta que lo trasladó a la ciudad brigantina. Abrió la puerta del taxi, el agente judicial le indicó dónde tenía que estampar su rúbrica y de nuevo a la celda. Solo tenía que aceptar su expulsión de España, medida a la que se acogió después de que lo pusiesen a elegir: unos años a la sombra o un billete pagado de vuelta a su país de origen.

Un trámite de ida y vuelta que se hizo de esa manera por si las moscas, por si el recluso estaba contagiado de varicela, enfermedad que padecen cuatro compañeros de su módulo. Por eso las autoridades se lo tomaron todo con tanta precaución. No fuera que el preso contagiase a alguno de los funcionarios que tuvieron contacto con él desde el centro penitenciario hasta los tribunales de Betanzos.

La operación, que por llamativa cautivó la atención de todo el que pasaba por la plaza García Hermanos, se preparó en la propia cárcel, en las oficinas de Instituciones Penitenciarias. La dirección había tomado todas las medidas oportunas después de que tres reclusos fuesen afectados por la varicela. El equipo médico del centro penitenciario emprendió el protocolo de actuación en estos casos y aisló a los enfermos, enviándolos a un lugar seguro para evitar el contagio a otros reclusos. La operación salió bien porque ayudó el hecho de que los pacientes afectados no fuesen presos peligrosos ni estuviesen en módulos conflictivos.

Pero con poner a los reclusos enfermos en cuarentena no se asegura al cien por cien que esta enfermedad vírica, que no causa más problemas que las molestias propias de la fiebre y unos granitos, sea transmitida a las personas cercanas. Y en la cárcel todos están cercanos, de ahí las medidas de seguridad, que alcanzan incluso a los reclusos que, aunque no fueron contagiados, sí comparten el mismo módulo. Como al que ayer llevaron en coche a Betanzos. Ese hombre, que hoy abandonará el país, tiene su celda, según confirmó ayer Instituciones Penitenciarias, muy cerca de las que hasta hace poco se encontraban los contagiados por varicela. Por eso hablaron con él y le pidieron que portase una mascarilla en su salida de prisión. No es que tuviera la enfermedad, pero había que tomar las medidas oportunas por si la estuviese incubando. Por eso llegó a los juzgados como el consejero delegado de una multinacional. Fue el último viaje en coche que hace en España antes de partir y, aunque esposado y vigilado por guardias civiles, no lo pudo hacer más cómodo.