«Aquí ganas menos que en Cataluña, pero el sueldo que tienes alcanza para más»

La Voz

GALICIA

«Por el momento, tenemos que llevar el agua en garrafas, pero con todo es mejor que no ganar para facturas. Es una experiencia. Vivimos mejor que pagando y pagando»

07 mar 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

San Andrés tiene poco parecido con Blanes. La primera es una parroquia pequeña de As Nogais, en el corazón de la comarca de Os Ancares. El segundo es un municipio de la Costa Brava. Ahí vivía Yolanda Jarillo. Pero en diciembre hizo las maletas y cruzó toda la cornisa cantábrica hasta llegar a San Andrés. Cambió los turísticos arenales catalanes por la aislada montaña lucense. Nunca había estado aquí. Había oído hablar cientos de veces a su pareja de aquel lugar al que viajaba de pequeño cada verano para pasar las vacaciones, pero nunca había visto cómo los tonos verdes asaltan a los conductores que ascienden por la pista que conecta As Nogais con San Andrés.

Hace solo unos meses decidió seguir los pasos de él, que había regresado al pueblo de Lugo un año antes. Lo hizo para empezar otra vez. Con treinta años no es complicado. Prefiere la esquina oeste de la Península, al menos por ahora. «Aquí es todo muy tranquilo, es muy diferente a donde vivíamos, en un lugar junto a la playa», cuenta. Se la ve contenta.

«Estuvimos viviendo en varias ciudades catalanas. En Gerona, Barcelona, en Blanes. Pero allí la vida es muy cara. Aquí ganas menos que en Cataluña, pero el sueldo alcanza para mucho más. Mi pareja compró una casa en la aldea de su abuela y, aunque llevaba unos diez u once años sin venir, optó por asentarse aquí», explica.

Problema con el agua

Pero no todo es fácil. En San Andrés no hay agua de la traída. La red no llega. Cada vecino tiene un pozo o toman el agua de las fincas. «Estamos tratando de arreglar el problema con el Consorcio de Aguas del Cantábrico. Por el momento, tenemos que llevar el agua en garrafas, pero con todo es mejor que no ganar para facturas. Es una experiencia. Vivimos mejor que pagando y pagando. En Blanes ganabas mil euros, pero pagabas unos 800 de alquiler. Por aquí, en As Nogais, puedes encontrar una buhardilla por unos 150 euros. En Cataluña eso es algo impensable», apunta.

Tampoco le fue complicado encontrar trabajo. Llegó en diciembre y, prácticamente, empezó como camarera en un bar-hostal del municipio. Su pareja también lo halló pronto, en lo suyo, como oficial de primera en una empresa local. Y aunque hace tiempo que no venía por aquí todavía tiene parientes. «Tiene unas tías en otro pueblo. Aún están viviendo ahí», comenta.

Pero no son los únicos que tratan de regresar a las raíces que dejaron atrás sus padres o abuelos. «Por aquí en las parroquias del concello hay como unas cuatro familias que han vuelto de Cataluña y hay otra de un pueblo de ahí arriba que, al parecer, también va a volver», relata una vecina del concello.

Pruebas del éxodo rural a Cataluña que han experimentado los municipios de la montaña lucense hay muchos. Basta con recorrer las pistas que unen los pueblos esparcidos por la zona para ver las letras B que, hasta hace poco tiempo, indicaban la procedencia de los haigas, los coches de los emigrantes que venían en verano.