«Quería poner las cosas en su sitio»

Susana Basterrechea

GALICIA

Manuel no quería «molestar a nadie», así que esperó a que muriesen sus hermanastros para que la genética probase que tenían el mismo padre y optar así a la herencia familiar

08 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Manuel, vecino del concello coruñés de Mazaricos, tiene 83 años. Hace cuatro, uno de sus hijos, Benito, llamó a un abogado para que ayudase a su padre a atar un cabo suelto en su vida. Manuel es hijo de soltera. Su padre biológico nunca lo reconoció legalmente, pero él siempre formó parte de su familia. «Ellos se trataban como padre e hijo, y mi padre se llevaba bien con sus dos hermanastros, sin ningún problema», cuenta Benito. «Lo que hizo Manuel fue esperar a que todos murieran para presentar la demanda de filiación», añade Alberto Pousada, su abogado.

Así fue. En 1970 falleció el supuesto padre de Manuel (que también se llamaba Manuel), después lo hizo uno de sus medio hermanos y en el 2005 murió el segundo. Ninguno de los dos tenía descendencia, así que unos primos dispondrían de la herencia familiar. «Al morir su último hermanastro sin herederos directos daba pena que mi padre no pudiese tener derecho a lo que le pertenecía», explica Benito. «Mi padre no quería molestar a nadie, se llevaba bien con ellos y nunca les reclamó nada, por respeto y por discreción», añade. Por supuesto, cuando Manuel presentó la reclamación de paternidad en el juzgado de Muros, los primos de sus hermanastros dejaron de hablarle. «Se contaba con eso, normal», apunta Benito.

Al principio, la demanda no fue estimada. La jueza se encontró con que Manuel pedía investigar una paternidad y ya tenía otro padre: el hombre que se casó con su madre, que le dio su apellido y que, casualidades de la vida, también se llamaba Manuel. «Así que primero hubo que pedir la impugnación de ese reconocimiento de paternidad», explica su abogado.

El proceso se retrasó. Manuel, el padre adoptivo, había emigrado hacía muchos años de Mazaricos a Buenos Aires y no se había vuelto a saber de él. Lo lógico era pensar que había muerto (había nacido en 1901), pero no había certificado de defunción, por lo que fue necesario llevar al juzgado a testigos que explicaron que, efectivamente, el padre adoptivo de Manuel se había marchado a Argentina y que hasta Mazaricos habían llegado noticias de que había fallecido al otro lado del charco.

Con la demanda por fin estimada, quedaba lograr las muestras del presunto padre biológico para comparar su ADN con el de Manuel. Misión imposible. «El padre de Manuel estaba enterrado en un viejo cementerio y sus restos se habían mezclado con los de otras personas», recuerda el abogado. El plan B fueron precisamente el fémur y varios dientes del último hermanastro en fallecer, que se analizaron en el Instituto Universitario de Medicina Legal. «La probabilidad de que los tres sean hermanos del mismo padre es del 99,9%», afirma Benito. «Ha sido mucho tiempo, pero ahora se aclarará todo. Él quería poner las cosas en su sitio».