El calor llena las playas y vacía los centros de salud

Patricia Gardeu

A CORUÑA CIUDAD

Las urgencias cobran vida a partir de las nueve de la noche

14 ago 2009 . Actualizado a las 02:04 h.

Dos y media de la tarde. El centro de salud de Monte Alto-A Torre, en A Coruña, está desierto. Las playas cercanas, como la de San Amaro o la de Orzán, están a rebosar. Es, prácticamente, la primera semana de temperaturas altas en Galicia en lo que llevamos de verano. La vida se hace al aire libre, en los bares y en el mar; los centros de salud están vacíos, ni un alma. La gente ha cambiado de receta médica: adiós pastillas, bienvenida playa. O, al menos, eso se deduce de la soledad que reina en las salas de espera. «Pero a partir de las seis de la tarde, empezará la gente a llegar», comenta la administrativa del centro sanitario.

Poco menos de las cuatro de la tarde. El sol está en su apogeo. Centro de salud del Ventorrillo, uno de los más concurridos de A Coruña, al menos así lo fue durante julio. Una sola persona en el mostrador. Pregunta por una cita. Tres personas más llegarán en la media hora siguiente. Relajadamente. Apenas hay movimiento. «La mañana ha sido tranquila, aunque tampoco se nota tanto la diferencia. Hay años que cuando llega el buen tiempo, esto se queda vacío. Pero este año, como solo llevamos dos días de verano», explica la recepcionista mientras le toma nota a una paciente.

Por las mañanas, los usuarios de la zona acuden a los centros de salud de sus barrios, las citas se acaban y las consultas se desarrollan con normalidad, aunque matizando el descontrol que a veces provocan las vacaciones. «Los médicos que se fueron de vacaciones en julio, en agosto están a tope, se acaban todas las citas, porque los pacientes prefieren esperar a que regrese su médico de cabecera a ser atendido por otro», explican desde uno de estos centros de salud.

A su vez, por las mañanas, las urgencias son atendidas sin demasiados contratiempos. Pero al llegar la tarde, aunque algunos centros de salud ofrecen servicios de urgencias, muchos otros cierran. Entonces, las urgencias se derivan a centros especializados en ello, dedicados a cubrir turnos de tarde y noche, y que hacen un especial hincapié en la atención a pacientes desplazados, ya sean llegados de otra comunidad o del extranjero.

Nueve de la noche. En la Casa del Mar, uno de estos centros, hay diez personas, y una tranquilidad no propia en los días precedentes; aún así, la entrada en la noche está más ambientada de lo que ha sido la tarde. «Con la llegada del sol, la gente se va a la playa, y cuando atardece es cuando vienen al médico», explica uno de los doctores del centro.

Una hora más tarde, el ascensor que sube a las urgencias, situadas en la primera planta, tiene más trabajo del que ha tenido en toda la tarde. Los pacientes se animan a ir llegando. En la calle, ya anochece.

Diferentes son, sin embargo, los fines de semana. En las noches de verano, haga sol o frío se nota el período ocioso y las urgencias están en su máxima afluencia: «Excesos de alcohol y peleas», dicen en el centro.