Muere el último gallego de Mauthausen

Francisco Varela

GALICIA

El ferrolano Marcelino Pardal, anarquista y jugador del Racing en 1936, vivió siempre en el sur de Francia tras la liberación del campo. Nunca quiso volver a pisar España

06 jun 2009 . Actualizado a las 03:43 h.

Marcelino Pardal Pouso, el último deportado gallego en el campo de exterminio nazi de Mauthausen, falleció el pasado 19 de mayo a los 92 años. Vivía en la ciudad francesa de Bèziers, una localidad parecida en tamaño a su Ferrol natal, situada en el Languedoc-Rosellón. Nunca quiso volver a pisar tierra española, aunque mantenía contactos con sus primos ferrolanos. Palula García Pouso, que ahora tiene 79 años, fue la prima que recibió la noticia por boca de una de las hijas gemelas francesas que deja Xelo, como se le conocía en 1936, cuando jugaba de central en el Racing de Ferrol. Palula hablaba con él por teléfono y se escribían periódicamente. «Nunca quiso volver; yo le decía ''Xeliño, ven a vernos'', pero él no podía, algo no le dejaba regresar», dice. Tampoco en Amical Mauthausen, la asociación de españoles deportados, con sede en Barcelona, tienen muchos datos, salvo su matrícula , el 5101, el número que los nazis tatuaban a los prisioneros en un brazo.

Con el Racing se enfrentó al Deportivo en mayo de 1936 y la crónica de este periódico decía que «el conjunto ferrolano nada tiene que envidiar a su rival coruñés». Xelo, que había nacido en el barrio de Ferrol Vello en 1917, jugó al futbol incluso después de la liberación de Mauthausen. De hecho, una de las pocas fotos que se conservan de él, la que aparece en este reportaje, fue tomada en el propio campo, tras la derrota nazi. Con él está otro ferrolano, Antonio Cendán, ya fallecido hace muchos años. Era el equipo La República, que formaron los españoles deportados.

Tras la toma de Ferrol por los alzados en julio de 1936, Xelo fue movilizado por el bando franquista, pero el asesinato de su hermano Paco, marinero republicano del acorazado España, cambió su vida. «Yo no puedo luchar en el bando que mató a mi hermano», le dijo a un amigo. Y así hizo: saltó de la trinchera en el frente y se pasó al Ejército de la República, luchó en la batalla del Ebro y cruzó los Pirineos tras la derrota. En Francia fue internado en el campo de Agde y luego integrado en las brigadas de trabajo creadas para construir la línea Maginot. Cuando Francia cayó en poder de Alemania, más de 800 españoles fueron capturados, entre ellos Xelo, y trasladados a Mauthausen, porque Franco le dijo a Hitler que no tenían la nacionalidad española. Fueron considerados apátridas y más de la mitad murieron por agotamiento o asesinados por los carceleros.

La llegada al campo

Amical Mauthausen lo tiene registrado en el contingente que salió en un tren de ganado de la estación de Estrasburgo y llegó al campo el 11 de diciembre de 1940, donde permanecería hasta el 7 de mayo de 1945. Es decir, entre la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, diez años durísimos para Xelo, que lo marcaron para siempre.

Vivía tranquilo en Bèziers, apenas participaba en los actos que se celebraban en Mauthausen, y tampoco concedió entrevistas. El Racing había sondeado, sin éxito, la posibilidad de hacerle un homenaje. Su prima Palula recuerda su casa en Ferrol Vello «con muchos libros». Porque en la década anterior a la Guerra Civil, el barrio portuario de Ferrol contó con el Centro Obrero de Cultura, un ateneo popular muy activo, que funcionaba tanto como escuela como centro de debate. El historiador ferrolano Eliseo Fernández, investigador del anarcosindicalismo ferrolano, sostiene que Xelo, que pertenecía a las Juventudes Libertarias, se pasó al bando republicano en Aragón. Palula habló con él hace poco, ya enfermo: «Me lloró por teléfono, notaba que iba a morir».