«Vivo en un tubo desde hace 3 años»

GALICIA

«Me han apuñalado para intentar quitarme el sitio», cuenta un indigente de Vigo que reside en una tubería de hormigón cerca de viviendas de lujo y pubs de moda

15 may 2009 . Actualizado a las 11:59 h.

En cuclillas mira a través de la rejilla de la ventilación del párking subterráneo. Se le han caído diez euros. Todavía no es mediodía y por un tropiezo ha perdido su jornal de la mañana. Si no lo recupera, no podrá comer.

Benigno Rial Rodríguez, de 38 años, es una de las 150 personas sin techo que, se calcula, viven en diferentes refugios improvisados en la ciudad. «No quiero vivir en un albergue, es como una cárcel, te obligan a estar dentro a las diez de la noche», argumenta. Bajo y enjuto, apenas muestra un diente al contar su historia. Cuando era pequeño su padre dejó la casa: «Tuve una infancia chunga». Con una familia destrozada y mucho dolor no era difícil sucumbir a la evasión de la droga: «Me llegué a meter tres gramos diarios de heroína y uno de cocaína».

Hace quince años que dejó la droga. «Estuve ocho años cotizando como escayolista», relata. «Cuando me drogaba estaba físicamente bien, luego empezaron a caérseme los dientes...». Ahora sigue el programa de metadona y también toma Tranquimazin. «Tengo una depresión profunda», explica.

Hace tres años tuvo la suerte de coger un traspaso. Un argentino que vivía en una gigantesca tubería junto al puerto de Vigo tuvo que abandonar el país. Él se quedó en su agujero y allí vive como un moderno Diógenes de chaqueta vaquera. «Vivo en un tubo desde hace tres años», dice. Sobrevive aparcando coches junto a la paellera, la gigantesca fuente del Areal, la zona vip de Vigo. Cuando cae la noche y aparecen las limusinas de la gente guapa , Benigno sale al encuentro de los conductores desesperados y les busca un hueco para aparcar.

Ayuda vecinal

Para trabajar abandona el tubo, de dos metros de largo y uno y medio de alto, donde duerme en un colchón con cabezal e incluso tiene una televisión que le han regalado los vecinos. Los dos extremos del tubo están tapados con mantas. «Se pasa mucho frío, pero la gente me ayuda y me quiere mucho», cuenta. «Me da pena el pobre hombre», dice Gustavo Atanes, un empleado de Caixanova mientras le estira la mano con unas monedas. Benigno mantiene su dignidad y no quiere dar lástima. Logra recaudar unos 20 euros al día. Ahora que no tiene vicios incluso ahorra, «unos diez euros cada día que meto en el banco». Con la paga del Risga y lo que cobra aparcando coches espera juntar lo suficiente para poder pagarse una vivienda de protección oficial. «Eché la solicitud, pero no me ha tocado». Pero aunque Benigno no ha recibido ninguna de las viviendas de la Xunta tiene fe en los milagros. «Siento algo en el corazón y hablo con el Señor a mi manera», cuenta mostrando la imagen del Cristo de la Victoria.

Mientras tanto, tiene que defender su humilde morada porque, aunque tenga muchos amigos, otros no le aprecian tanto, como el egipcio que le abordó de madrugada: «Me puso el cuchillo en el cuello y me dijo que le dejase el sitio. 'Antes me sacas en ataúd', le contesté». Hace poco le «apuñalaron en la pierna». No fue grave y los agresores huyeron.