«La primera vez que me duché con agua caliente fue cuando llegué a Ceuta, con 16 años»

GALICIA

12 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Está probando cosas que no había ni visto. Su casa de una aldea cercana a Fez no tenía agua corriente. Sabía de la existencia de calentadores y calderas, pero le quedaban tan lejos como el país al que emigró. Y no es una metáfora. «La primera vez que me duché con agua caliente fue cuando llegué a Ceuta, con 16 años». Le pasa lo mismo con las sábanas. Lo dice un muchacho que hace mes y medio llegó a la estación de autobuses de A Coruña con una mochila, un papel en el que se podía leer la dirección de la Policía Local y el consejo de pedir alojamiento en un centro de menores. Lo hizo. Y, «aunque tenga que hacer la cama todos los días», dice que es «muy feliz».

No ha perdido el tiempo desde que llegó. Ya está enamorado. De una chica gallega de raza gitana que conoció en sus constantes salidas del centro. Se la presentó otro interno. «Es muy guapa y tiene los ojos verdes», dice todo acaramelado. ¿Un flechazo? «No, yo no pego a las mujeres», contesta molesto. Tras explicarle la expresión, dice que sí, que «el primer día» ya se besaron. Cuenta que las mujeres en España son muy distintas a las marroquíes, que en su pueblo, para darle un beso a una chica tienes que vértelas primero con su padre. ¿Qué prefieres? «Si fuese el padre, prefiero Marruecos, pero como soy el chico, prefiero esto», dice entre risas.

Infancia

De su vida en Fez destaca la pobreza en su casa, con seis hermanos, una abuela enferma, un padre albañil y una madre que vende en un mercado. Fue en ese mercado donde trabajó hasta los 15 años. Varios amigos ya se habían ido a Francia y, «como en Marruecos no tenía casi dinero», comunicó a su familia que se iría a Toulouse. Cuenta que se alegraron mucho y que le pidieron «que confiara mucho en Dios, que trabajara y que cuando tuviera mucho dinero los ayudase». «Y lo voy a hacer», afirma.

Aquí, su vida transcurre tranquila. «Veo la televisión, juego al baloncesto, al fútbol, estoy con mi novia por las tardes, hablo con mis amigos y duermo mucho», dice. Le dijeron que no lo iban a expulsar a su país, que ya estaba regularizado y que tenía que portarse muy bien en el centro. «Soy muy bueno y educado con ellos, y ellos también se portan muy bien conmigo. Me dieron ropa y en el comedor me dan macarrones, que me gustan mucho, y una señora muy buena siempre me dice que coma más, que estoy muy delgado», cuenta.

País Vasco

En el País Vasco era distinto. Allí «éramos muchos y había chicos malos, que siempre estaban peleando y haciendo cosas malas con los educadores». Cuenta que una vez dos internos quisieron quemar el edificio. Cuando en el centro le preguntaron «si quería irme a otro sitio, si tenía familia o amigos en otra ciudad, les dije que me quería ir a Toulouse». «Me dijeron que me iban a pagar el billete. Pero como uno que estaba conmigo quería ir a A Coruña porque tenía familia en un pueblo cercano a A Coruña, les dije que yo también. Lo que pasa es que ese amigo nunca más lo volví a ver», explica.

Pero ya no le importa. Sus planes son casarse con la novia que se ha echado, trabajar «de cualquier cosa» y ayudar a su familia. «Quiero mucho a mi mamá y a mi hermana pequeña. Un día la voy a traer», asegura emocionado.