Mil vidas en cada metro de estante

Alberto Magro

VIGO CIUDAD

El archivo que esta semana se desplomó en Vigo contiene en sus baldas un millón de historias, de las que 5.000 acaban cada mañana encima de la mesa de algún doctor

09 mar 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Funciona con la precisión de un reloj y los materiales de una tienda de todo a cien. Y de ahí el milagro. Y los problemas. Lo relatan quienes cada día se zambullen entre un millón de papeles para rescatar la información precisa para diagnosticar y salvar vidas. En Vigo son 40 personas, una por cada 25.000 historias clínicas, que ya es decir. «Sobre todo por lo que pesan, que nos dejamos la espalda», cuenta una de las trabajadores del archivo vigués, que ofrece un dato tan curioso como ilustrativo: «Cada historia clínica pesa de media 2,5 kilos. Pero las hay de más de diez», advierte.

A las más gruesas las han bautizado «voluminosas», y son las únicas que están en estanterías de las que no se caen. «Algunas tienen hasta tres volúmenes. Son de gente con muchos problemas médicos», detallan los trabajadores, que aseguran que la vida médica del resto de los usuarios no se desarrolla en un rincón tan lujoso, sino en estantes de hacinamiento. «En las cinco baldas que hay en cada metro de estantería se acumulan mil historias».

Por eso se caen. Por eso, y porque los estantes son muy frágiles. «Los compraron del baratillo y luego pasa esto. Cada balda tiene capacidad para cargar cien kilos, y le estamos metiendo 120. Luego son unos cachondos: nos dicen que para evitar el deterioro no empujemos ni tiremos de las historias. Y tiene gracia, porque te pones delante de ellas, las llamas, y no salen», cuenta irónica una de las empleadas que esta semana se llevó el susto del año cuando se cayeron a unos metros de su carro 18.000 expedientes médicos.

Y no extraña que así fuera, viendo el estado de unos estantes de patas dobladas y anclajes sueltos en los que las baldas bailan conforme varía el peso que cargan. Y varía a menudo. Cada día salen del archivo 5.000 historias, todas ellas precisas para pasar consulta, operar o dar tratamiento. «Los médicos las piden con tres días de antelación. Nosotros desde las ocho hasta las tres las buscamos, las ordenamos y las metemos en furgones de reparto. Por la tarde, los cinco compañeros de turno colocan las que llegan de vuelta».

Para aclararse, la clave está en el orden. «Estará todo hecho polvo, pero aquí no se pierde un papel», presume un archivero, que explica que cada expediente está identificado con siete dígitos: los tres últimos corresponden al hospital, y los cuatro primeros a cada paciente. «Están colocados por riguroso orden», apunta otro empleado, que dedica cada mañana a trasladar en carrito miles de expedientes «que pesan un huevo» y a subirlos con ayuda de un taburete al estante que corresponde. «La escalera es una lata», se justifica. Y al fin y al cabo, el taburete no va a reducir la precisión de un archivo asentado sobre estanterías propias de un todo a cien.