Un joven de 25 años de edad, natural y vecino de Guitiriz, con iniciales P.B.M., intentó ayer al mediodía atracar la sucursal del Banco de Galicia en la plaza Maior de Lugo. Trató de usar como rehén a una clienta que estaba delante de él en la cola, a la que amenazó con una navaja multiusos, al mismo tiempo que reclamaba la entrega de 100.000 euros en billetes de 500. Cuando el director le dijo que no disponían de esa cantidad en la caja, el atracador rebajó sus exigencias a 50.000 euros en billetes de cien.
Un cliente habitual de la entidad, con conocimientos en artes marciales, consiguió reducir al atracador y tirarlo al suelo hasta que llegó la policía. No pudo evitar, sin embargo, que la mujer, de 55 años, cayera al suelo. Fue trasladada al Hospital Xeral, muy nerviosa tras lo ocurrido y con un fuerte dolor en un brazo.
El atracador, que podría sufrir alguna alteración psíquica, entró en la entidad con la cara descubierta, como un cliente normal, aunque parecía muy nervioso. Se colocó en la cola de la caja, detrás de la mujer a la que intimidó con el arma blanca. En la entidad estaban trabajando prácticamente todos los empleados y dos clientes más realizando trámites en las mesas del patio de operaciones.
Todos los indicios apuntan a que el detenido actuó solo y no contaba con ninguna colaboración externa. De haber conseguido el botín que reclamó al cajero hubiera tenido difícil la huida, dado que la sucursal está situada en pleno centro de la capital lucense, en una zona de tránsito únicamente peatonal.
La Policía Nacional recibió a las 11.45 horas un aviso de alguien que se identificó como miembro de las fuerzas de seguridad del Estado. Decía hallarse frente al edificio del banco, desde donde observaba a un individuo con un arma blanca amenazando a una mujer.
Cuando entraron los agentes en la entidad, el atracador ya estaba reducido. El cliente que consiguió tirarlo al suelo y liberar a la mujer, con la colaboración de un empleado, les hizo entrega de la navaja multiusos que el hombre había empleado para intimidar a la clienta.
Otros trabajadores de la sucursal no se percataron del atraco, según confesaron, hasta que vieron al asaltante tirado en el suelo. Pensaron que se trataba de un cliente que se había desvanecido y al que estaban tratando de reanimar.