Despliegue policial contra la «vendetta»

X. Melchor y S. González

GALICIA

Doce patrullas blindaron Arousa una semana después del crimen de Vilanova

16 sep 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Christian Willichs se había comprado un pantalón para estrenarlo en las fiestas de la Virxe de Guadalupe, que Rianxo inauguraba este viernes por la noche. Como cada año, decenas de vecinos de A Illa de Arousa como él cruzan la ría para zambullirse en la celebración. Si todo hubiese ido bien, Christian y sus amigos se estarían recuperando hoy de un fin de semana por todo lo alto. No fue así. Justo siete días antes del festejo, una cuchillada tras una discusión absurda segó su vida y todos sus proyectos en la puerta de un bar de Vilanova.

La tensión generada por el crimen quedó patente esta semana con el apedreamiento de los furgones policiales que custodiaron a Antonio Pouso Aydo, O Cuco , Abraham Rey Alonso y Roberto Millán Mariño, O Pejo, los tres jóvenes vilanoveses implicados en el asesinato, a su llegada a los juzgados de Vilagarcía. El hecho de que los dos últimos quedasen en libertad con cargos desencadenó en toda la comarca un creciente rumor de venganza, a cobrarse este mismo fin de semana. Tampoco fue así.

Desde el viernes, diez patrullas de la Guardia Civil y dos de la Policía Local de Vilanova blindaron la noche de ambos concellos, convirtiéndola en un puro desierto. En A Illa, incluso los bares más irreductibles estaban vacíos. En los refugios habituales del botellón soplaba el viento y poco más. Alguien apuntó, en una de las pocas barras que se ofrecían a los noctámbulos, una explicación alternativa: «Están todos na Guadalupe». Tal vez, pero no es menos cierto que pocas veces se había visto un despliegue policial semejante. Algo que sin duda no animaba a vendettas .

Vilanova no es, precisamente, el núcleo de la marcha arousana. No obstante, entre sus calles persisten un puñado de establecimientos en los que es posible abrevar hasta el amanecer. En uno de ellos, la discoteca Ilusión, fue donde se originó la bronca que degeneró, horas después, en la muerte de Christian. A las tres de la mañana del viernes, su normalmente concurrido aparcamiento estaba vacío. Nada raro, teniendo en cuenta la perspectiva de la venganza que se había ido rumiando durante toda la semana. Pero, sobre todo, ante la presencia de los seis vehículos de la Guardia Civil y de otras cuatro patrullas de paisano que recorrían los puntos neurálgicos de la noche vilanovesa e isleña.

Los vehículos pasaban una y otra vez ante las viviendas del autor material de la fatal puñalada, O Cuco, y de los otros dos implicados. Aunque, según fuentes policiales, ninguno de los dos chavales que están en libertad con cargos reside actualmente en sus domicilios habituales, por una prudencia elemental.

Pocos minutos después de las tres, el bar Troula comenzó a echar el cierre, algo nada habitual en un local tranquilo cuyo fuerte son los bocadillos. Ocho o nueve clientes apuraban sus copas y sus famosos bocatas, los mismos que estaban comiendo los implicados en el crimen. Pocos comentarios, aunque una pareja reconocía haber abandonado el establecimiento poco antes del asesinato. Christian cayó fulminado frente al número 13 de la travesía Tras da Cruz, un rincón triste, sin nada especial salvo su nombre inquietante.

La Guardia Civil preveía mantener anoche intacto su dispositivo. No en vano, Vilanova empezaba ayer sus fiestas. La discoteca Ilusión, por si fuese poco, anunciaba una fiesta de estriptís y tatuajes que bautizó con el título de Peligro . Difícil imaginar algo menos afortunado.