Son tiempos difíciles que invitan al desánimo, pero los pueblos, como las personas, necesitamos motivos para alimentar la propia estima que nos permite seguir adelante. Con demasiada frecuencia los mecanismos de autoprotección generan idealizaciones de la realidad levantadas sobre mitos, leyendas o directamente sobre falacias. También sucede en Ferrol, claro, pese a que somos un pueblo particularmente descreído.
Pero hay ocasiones en que conviene dejar aparcado el cinismo y enorgullecerse de las cosas grandes que sabemos hacer. El próximo jueves, Navantia entrega a la Armada el Juan Carlos I, el mayor barco de guerra construido nunca por un astillero español y la unidad más grande de la Marina. El megabuque anfibio y polivalente, bautizado inicialmente como Buque de Proyección Estratégica (BPE), no es solo un gigante, es además un artefacto de tecnología punta pensado para atender las necesidades de defensa y cooperación de un país moderno.
Y eso lo hemos hecho en Ferrol. En los astilleros de la ría ferrolana tantas veces dados por muertos, pero que todavía guardan en sus gradas las bombonas de oxígeno que le dan vida a la comarca. En estos días previos a la entrega del barco, decenas de los ingenieros, peritos, obreros y marinos se dejan caer por el muelle en el que espera el coloso para contemplar el resultado de su trabajo. Y no ocultan la satisfacción que supone saber que uno de los barcos más modernos del mundo es producto de su talento y de su esfuerzo. Un sentimiento que traspasa los muros del astillero hacia adentro (o hacia afuera, que aquí nunca se sabe bien si lo que está dentro son los arsenales o la ciudad), como se pudo comprobar con la respuesta masiva de los ciudadanos a la convocatoria de jornada de puertas abiertas para conocer las nuevas fragatas F-100.
Pero la entrega del buque, al que seguirán otros dos similares que se construyen para Australia y la nueva fragata española F-105, proyecta sombras de preocupación. No hay pedidos nuevos y la industria auxiliar ya empieza a acusar la caída de la actividad: Navantia ocupa a un millar de trabajadores menos de las compañías subcontratadas que hace un año. Se han abierto interesantes mercados en el sector de la reparación de los gaseros y la dirección busca nuevos mercados, incluso fuera de la actividad naval. Pero las dificultades se producen en un contexto general de crisis y con la amenaza de una nueva reconversión en la comarca: el decreto del carbón puede paralizar la central de As Pontes y en su caída arrastrar al transporte, al puerto y a muchas pequeñas empresas y negocios de servicios.
Por eso es tan importante que, sin complejos, empecemos por creernos lo que somos capaces de hacer. El propio buque polivalente va a ser una excelente tarjeta de presentación de la capacidad industrial y económica de Ferrolterra.