Rescatado vivo tras dos horas bajo su camión con 22 toneladas de cemento

FERROL

27 ago 2009 . Actualizado a las 12:47 h.

Tumbado en la camilla, mientras intentaba alargar las manos heridas hasta sus rescatadores, Alfonso P.L. no podía reprimir la emoción. Pasaban de las diez y cuarto de la noche. Alfonso, un camionero de 33 años que vive en el barrio coruñés de Novo Mesoiro, intentaba agradecer como podía a los bomberos de Ferrol y del Eume, que durante dos horas y media se pelearon con los restos de su camión para sacarle vivo.

Alfonso conducía un camión cisterna de tres ejes cargado con más de veinte toneladas de cemento. Viajaba en dirección a A Coruña por la carretera nacional 651, pero a las 19.40 horas, en las tristemente famosas curvas de O Gaiteiro, en Cabanas, algo debió suceder y su camión se estrelló.

El enorme vehículo cruzó la calzada de lado a lado. Por fortuna no venía nadie de frente ni le estaban adelantando. No hubo más vehículos implicados. En algún momento volcó sobre su costado izquierdo y continuó moviéndose. El techo de la cabina fue aplastado contra el talud de la carretera. En el medio quedó Alfonso, atrapado en una postura inverosímil fruto de la violencia del golpe. Su cuerpo quedó aprisionado por el asiento, el salpicadero y otras partes de la cabina. Su brazo quedó atrapado entre los hierros y el suelo, pero lo más grave es que también su cabeza quedó atrapada.

El camión quedó tendido de costado, con la panza hacia la calzada y parcialmente metido en la cuneta. Los restos de chapa quedaron esparcidos en varios metros a la redonda.

La ayuda comenzó a llegar poco después. La Guardia Civil envió hasta tres coches patrulla y un furgón de atestados. Los agentes lograron impedir nuevos accidentes en un lugar muy peligroso. Cortaron el carril en dirección a Ferrol y, con ayuda de los voluntarios de Protección Civil de Cabanas, desviaron el tráfico por otras vías. Hubo retenciones de tráfico hasta Pontedeume, pero poco importantes teniendo en cuenta la gravedad del accidente.

Todos los bomberos de Ferrol

El 061 envió una ambulancia, pero los sanitarios no pudieron hacer nada. No podían llevar a Alfonso al hospital, que estaba consciente y hablaba con ellos, porque estaba atrapado. Los bomberos iban a tener que rescatarle. Se trasladaron hasta tres camiones a la zona, dos de los bomberos del Eume y otro de los de Ferrol. Acudieron todos los disponibles en la cabecera de la comarca, por eso cuando se inició el incendio de Amboage no pudieron acudir, e iban a ser necesarios todos ellos.

Ayudados por un camión grúa, que enganchó al cisterna accidentado para que no aplastase al conductor, los bomberos se emplearon a fondo durante más de dos horas. Serraron partes de la cabina, arrancaron otras, aplicaron cuñas para separar el techo. Así minuto tras minuto, mientras los médicos del 061 vigilaban el estado de Alfonso, que tenía el pulso constante, respiraba, estaba consciente y hablaba.

Demasiado tiempo

Parecía que no tenía heridas graves, pero el rescate, que se desarrolló con extrema precaución para evitarle más daños, se le hizo eterno. En los instantes más duros, la presión casi pudo con él. «Creí que no íbamos a ser capaces de llegar hasta él a tiempo», reconoció agotado Carlos Castro uno de los bomberos de Ferrol que le rescató. Entre él y otros cinco compañeros de la ciudad y del Eume, arremolinados en la cabina, lograron separar un poco los hierros para que el oxígeno pudiese seguir llegando hasta Alfonso.

Para él fue un suplicio. Sus lamentos se dejaban oír a veces entre los ruidos de los motores, los pitidos de la Guardia Civil y los gritos de unos y otros. Poco después de las diez pareció que ya iba a ser posible sacarle, pero hubo que hacerlo con enorme cuidado para evitarle una posible lesión medular. Hasta quince personas ayudaron en esos momentos. Todos alrededor de la cabina. Unos tirando de él, otros iluminando la escena, otros subiéndole a la camilla...

Daba las gracias una y otra vez casi sin creerse su rescate cuando le metieron en la ambulancia para atenderle. Mientras, le consolaban los sanitarios y los bomberos, que le recordaban el café que les había prometido para quitarle hierro al asunto.

Aunque al cierre de esta edición le examinaban en urgencias del Arquitecto Marcide, y pese a la conmoción y muchas magulladuras, tras unos instantes se confirmó que, en principio, no presentaba lesiones de gravedad. Mientras, los voluntarios de Protección Civil ponían al día a su mujer. «O rapaz volveu a nacer», comentaba uno de ellos.