Sonrientes y relajados, dándose la mano como viejos amigos fue como se presentaron ante la prensa los jefes de Gobierno de España e Italia, José Luis Rodríguez Zapatero y Silvio Berlusconi, tras media hora de reunión que mantuvieron en la sede de la FAO.
Según fuentes gubernamentales, Berlusconi lamentó la «broma» que hizo sobre el Gobierno rosa de Zapatero, quien a su vez restó importancia al asunto porque «muchas veces se producen malentendidos», en referencia a las polémicas declaraciones de su vicepresidenta primera, en las que María Teresa Fernández de Vega había acusado al Gobierno de Berlusconi de llevar a cabo una política racista y xenófoba.
Apenas calmada esta polémica, fue el ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, quien criticó también la política de inmigración italiana, sobre todo el paquete de medidas aprobado hace pocas semanas y en el que se establece la inmigración ilegal como delito.
Ambas declaraciones irritaron al Gobierno Berlusconi y a un amplio espectro de políticos italianos, que se apresuraron a recordar las vallas construidas en Ceuta y Melilla y la regularización masiva de inmigrantes del 2005.
Con el fin de aclarar la situación, el ministro italiano de Asuntos Comunitarios, Andrea Ronchi, se reunió en Madrid con su homólogo, el secretario de Estado para la UE, Diego López Garrido, a quien explicó las nuevas medidas adoptadas por Roma en materia de inmigración.
Con el encuentro de ayer en Roma, ambos Ejecutivos han tratado de eliminar discrepancias, aunque mantienen políticas diversas en inmigración. Para el Gobierno español es preocupante la política restrictiva italiana, que podría desviar los flujos inmigratorios hacia España.