De Celanova a la Moncloa en busca de trabajo

Miguel Ascón Belver
miguel Ascón OURENSE / LA VOZ

ECONOMÍA

Un parado ourensano inicia una marcha de protesta contra la crisis

28 ene 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Su viaje recuerda al de aquella historia real que popularizó Antonio Resines con la película Pídele cuentas al rey. Luis Castro, sin embargo, no quiere reunirse con don Juan Carlos I, sino con el presidente del Gobierno. Este vecino de Celanova, parado y acuciado por las deudas, culpa a Zapatero de todos sus males y piensa ir caminando hasta la Moncloa para pedirle explicaciones. «Quiero que me diga qué plan puso él para ayudar a las familias con las hipotecas, porque yo no lo veo», dice Castro.

Su historia es como la de tantos otros. La crisis de la construcción le afectó de lleno y, cuando las grúas que manejaba dejaron de operar, perdió su trabajo. Tiene 55 años y lleva los dos últimos en el paro. Su mujer, camarera a tiempo parcial, es la única que lleva ingresos a casa. Esa vivienda, levantada con años de trabajo, se ha convertido en un problema. No puede hacer frente a la hipoteca y culpa de ello al banco, que no le ha permitido refinanciarla y que le exige intereses a su juicio demasiado elevados. Por eso, después de llegar a Madrid, piensa seguir hacia Estrasburgo. «Quiero ir al Tribunal de Derechos Humanos para denunciar a mi banco porque sus prácticas son deshonestas», dice.

Le queda aún mucho camino por hacer, pero a primera vista parece tener fuerzas y convencimiento para hacerlo. No en vano, no es la primera vez que se embarca en una aventura así. En 1995 inició una marcha para pedir la dimisión de Felipe González, entonces presidente del Gobierno. En aquel momento también había perdido su trabajo, pero cuando estaba cerca de Madrid recibió una oferta laboral y volvió.

Ahora Luis Castro desea un nuevo final feliz. Le urge, porque su único equipaje son varias mudas, un saco de dormir y una tienda de campaña. Su primera noche la pasó en una finca que encontró en su camino y durmió bajo cero y con lluvia. En el bolsillo le quedan los 35 euros que lleva para comer y aún no sabe qué hará cuando se le acaben. «Tendré que hacer algún trabajito, cortar leña o lo que sea a cambio de comida», dice Castro con la esperanza que tanto esfuerzo valga la pena.