Renault tiene previsto lanzar al mercado cuatro modelos de coche eléctrico entre este año y el próximo. Ha registrado ya 56 patentes y tiene otras 149 en preparación, con casi 1.700 ingenieros trabajando en los primeros prototipos. La inversión supera los 4.000 millones de euros, y de ellos 1.500 millones se los ha llevado el alma del proyecto, las nuevas baterías, objeto de una carrera mundial hasta ahora encabezada por Renault-Nissan, que espera producir en el 2013 medio millón de unidades.
El escándalo ha estallado días después de que un diario noruego se hiciera eco de uno de los telegramas diplomáticos difundidos por Wikileaks, que identifica a Francia no como víctima sino como «imperio del mal» en materia de espionaje industrial. El texto asegura que el espionaje francés provoca tantos daños a la economía alemana como el de China y Rusia.
El número dos de Renault, Patrick Pelata, ha pedido discreción a los trabajadores. No es la primera vez que les espían: en el 2008 una revista especializada publicó fotos del Mégane meses antes de su presentación oficial. Michelin y Valeo también han sido víctimas de espionaje: la empresa de neumáticos por culpa de un ejecutivo despedido, y el grupo de componentes automovilísticos por una técnica en prácticas de origen chino que resultó demasiado curiosa.