Juan José, un joven de Baroña, estuvo trabajando hace unos años en Ciudad Real. Ahora, embutido en ropa de abrigo, corta madera en los montes de la parroquia en la que nació: «E aínda menos mal», dice. Forma parte de una brigada de cuatro vecinos contratada todo el año para el mantenimiento del monte. En verano, las cuadrillas pueden sumar hasta diez lugareños empleados, además de una administrativa que trabaja todo el año.
Prácticamente todo lo pagan los dos parques eólicos que soporta la parroquia, especialmente el segundo, donde un solo molino genera tantos ingresos como el primer parque entero. «Son menos, pero son máis potentes», aclara Ovidio Queiruga, presidente de la comunidad de montes. Queiruga apuesta por dar un giro a la gestión tradicional del monte. Están sustituyendo los eucaliptos por frondosas y acondicionando parte del monte para el disfrute de los vecinos: más limpieza, mejores accesos, actividades micológicas... «Yo lo prefiero así -explica en el pueblo Luis, un camionero de 33 años, que dice ser también comunero-. Total, si lo repartiéramos entre los vecinos no tocaríamos ni a 300 euros al año. A mí me gusta ir con la bicicleta de montaña o con mi hijo y que el monte esté limpio. Y además, si se puede emplear a algunos chavales del pueblo para que no tengan que salir a buscarse la vida fuera de aquí, pues mucho mejor».
Repartir o no
En la puerta de al lado, una señora de más edad no está tan contenta: «Nin leña nos dan». Aunque luego admite que sí, que si la pide y tiene un vehículo para ir a buscarla, le señalarán dónde hacerlo. Y si no tiene coche, le llevarán un tractor cobrándole el transporte. Pero la señora preferiría el dinero, aunque fuera poco. «Como en todos os sitios -aclara el presidente- hai opinións de todo tipo. Pero nós somos 195 comuneiros. Tocaríamos a 300 euros»
La comunidad ingresa cada año alrededor de 60.000 euros como renta por los aerogeneradores. Del resto de la actividad económica que se desarrolla en el monte de Baroña apenas se extraen beneficios: explotación de madera y ganadería extensiva, todavía incipiente. Solo caballos, nada de vacas.
Recorriendo el monte se aprecian extensos vallados en los que pastan los animales. En total, la comunidad ha acotado casi trescientas hectáreas. La mayor parte se ven razonablemente limpias, especialmente en el entorno de las casas. Sin embargo, cuidar mejor el monte no ha impedido que arda: «Pero cando o fixo ardeu menos», aclara la empleada de la comunidad que va señalando por el camino dónde se selló un vertedero, se acondicionó un curro o unos merenderos.
Precio fijo
Queiruga no cree que la energía eólica haya traído una gran riqueza a los propietarios: «Depende moito de como se fixeron as negociacións. O ideal era que se fixara por parte da Administración un prezo fixo para que os propietarios souberan a que aterse». En Baroña, no descartan que lleguen más aerogeneradores. O que mejoren los que ya existen. En tal caso serían ingresos extra que, de momento, seguirán enfocados al bien supremo: el empleo, aunque para mantenerlo a los niveles que disfrutan ahora, sea necesario aprovechar al máximo las subvenciones de la Xunta.