Costó cierto tiempo, pero el edil Nicolás Varela cumplió lo anunciado y por fin las bicicletas eléctricas llegaron de forma plena al servicio de préstamo de Lalín: los inscritos, que rondan la treintena, disponen en distintas estaciones de unos ciclos que facilitan, y mucho, el desplazamiento por la localidad. La diferencia al afrontar las cuestas es importante: un tenue silbido eléctrico acompaña al suave pero constante empuje que siente el usuario -llamar ciclista a quien utiliza estas bicicletas es excesivo-, que ayuda a la marcha en las pendientes, pero se olvida de ponerse de pie sobre los pedales hasta en las rampas más fuertes.
En llano y bajadas, pedalear en estos modelos es solo cuestión de playback: basta con hacer girar los pedales, sin ejercer fuerza, para que el silbido eléctrico nos lleve en volandas. El carril bici que conduce al cementerio de A Romea y el del paseo del Pontiñas son escenarios idóneos para ejercitarse con esta nueva opción: sobre todo, porque la ligera pendiente de ascenso en el regreso hacia Lalín de este último desaparece por completo.
Eso sí, para quemar calorías y hacer deporte, la opción válida continúan siendo las BH clásicas, en préstamo desde el inicio del servicio; las eléctricas, para pasear sin sudores.