Más por menos

Álex Couto

DEPORTES

22 abr 2015 . Actualizado a las 09:29 h.

El objetivo de todo pragmático es alcanzar lo que pretende con la implicación del mínimo de recursos posibles, evitando toda exposición innecesaria. ¡Valor práctico de las cosas!

Si lo trasladamos al fútbol tendríamos que irnos a las grandes revoluciones estratégicas vividas en la década de los años 30 del siglo pasado con las figuras de Robert Accard y Karl Rappan como protagonistas, la sensacional adaptabilidad de Alexander Abramov y Gipo Viani en los 40 y la excelencia del método llevado a su apogeo por Nereo Rocco y Helenio Herrera, argumentados desde la incontestable pluma de un apóstol del estilo patrio como era Gianni Brera. Hablamos lógicamente del Catenaccio, del Verrou si lo traducimos al francés o fútbol a la italiana para Brera.

Esta escuela tuvo derivaciones y ramificaciones en Sudamérica en la figura de Oswaldo Zubeldía y su Estudiantes o, si vamos a la otra orilla, con el Peñarol. Hijo de aquellos vientos es Diego Pablo Simeone, el más genuino representante del fútbol ortodoxo de ceder la iniciativa, enumerar las virtudes raciales del juego y apelar al día a día para que el desgaste emocional no nos lleve a pensar más allá de lo necesario. Una demostración clara y palpable de su manera de entender este juego lo vimos en Riazor este fin de semana y pudimos contrastarlo con su propuesta en el Vicente Calderón el martes anterior frente a su eterno rival el Real Madrid, en Champions League.

Volverán a verse las caras hoy en el coliseo blanco para dirimir quién pasará a las semifinales de la máxima competición continental, ambos con la obligación de marcar y el Real Madrid con serias bajas en su once. Pero al margen de protagonistas individuales, volveremos a ver cómo encara un partido de máxima exigencia un entrenador criado en las bases del fútbol conservador, aquel en el que regalamos a manos llenas sudor, si cabe sangre y si tercia alguna lágrima, pero miramos muy mucho de exponer nuestras espaldas por querer incidir de manera notoria en la vanguardia del juego. Simeone nos regalará una vez más un ejercicio lícito de fútbol basado en la telaraña de un combinado educado para la ayuda, en no sentirse solo en ninguna situación de balón, un equipo en el que si alguien debe percibir la ausencia, ese sea el delantero. Un equipo que llegará en tromba y se irá igualmente de la misma manera para empeñar sus fuerzas en defenderse de las afrentas rivales. Y en el medio, la pausa de quien sabe que cuanto menos se juegue mejor. La ralentización de un ritmo que acabará afectando al rival.

Y ya lo decía Rocco, cuando antes de un partido le ofrecían aquello de «¡qué gane el mejor», a lo que él contestaba «¡espero que no!». La riqueza del fútbol radica precisamente en su diversidad.