Turquía se impuso a domicilio a Armenia (0-2) y se perfila como el adversario más fuerte de España en el Grupo 5, en un encuentro sin brillantez, que no pasará a los anales de la historia futbolística, aunque sí probablemente a los de la historia política.
Hay partidos que son mucho más que eso y el que se disputó en el estadio Hrazdan de Ereván fue un ejemplo, pues no sólo había en juego tres puntos sino también la honra nacional de dos países enfrentados durante años.
Todo esto mientras, fuera del estadio, los dirigentes de ambos países, dejando de lado las pasiones nacionalistas, se esforzaban por descongelar las relaciones diplomáticas.
En el césped, la superioridad de Turquía, semifinalista en la pasada Eurocopa, era patente a priori, pero los futbolistas del equipo de Fatih Terim tuvieron que luchar con la presión de una afición fuerte y contra el endiablado viento cargado de arena de las montañas del Cáucaso, que pudo jugarles una mala pasada en un duelo que no se resolvió hasta la última media hora.
Marcaron Tuncay en el minuto 61 y Semih en el 73 para dejar clara de la superioridad técnica de los turcos, que fue el ingrediente decisivo.