El Breogán ofrece su peor versión el día de la visita más complicada

Marcos Pichel

DEPORTES

El Cai Zaragoza aprovechó las fisuras defensivas de un Leche Río muy nervioso y que nunca estuvo a la altura

24 feb 2008 . Actualizado a las 12:35 h.

¿Exceso de presión? El Breogán no pudo con la responsabilidad de lograr la tercera victoria del curso ante el CAI, que lo minimizó hasta convertirlo en una caricatura de sí mismo. Mala imagen de los celestes, ante la mejor plantilla de toda la competición.

Se mascaba la tensión en el parqué. Exceso de celo, en el Breogán y ganas de demostrar que las dos anteriores derrotas ante los celestes habían sido un accidente, en el CAI. Liberados los zaragozanos, deseosos de reflejar sobre el Pazo Universitario por qué son para todos el mejor equipo de la LEB oro, y atenazados los celestes, sin el acierto que ha sido seña de la casa en las jornadas anteriores.

Con la mejor entrada de la temporada, la afición celeste trataba de llevar en volandas a los suyos, pero ni con un Pazo que vibraba hasta el punto de hacer el ambiente ensordecedor se sacudían los nervios los de Paco García. Donde el Breogán fallaba, un tiro tras otro, daba igual cuál fuera la posición, el CAI encestaba una y otra vez. Donde la defensa visitante se mostraba infranqueable, ya fuera en zona o al hombre, la lucense hacía aguas. No era cuestión de nombres, el técnico pucelano del Breo trataba de dar con la tecla colocando a sus perros de presa, léase Rojas, Jeffers o Fornas, pero era imposible hallar vías en el terreno que Curro Segura, el preparador visitante, había minado camino de su canasta. Todo intento de convertirlo en una especie de línea Maginot era infructuoso. Tal era así, que en los dos primeros cuartos, sendos tiempos muertos que solicitó García, porque la distancia visitante no hacía más que crecer: 14-27 al final del primer cuarto, y 20-42 al filo del descanso, en la que era máxima ventaja del CAI. Si a los visitantes les entraba casi todo, apoyados en Darren Phillip y en Quinteros, a los locales el aro se les hacía cada vez más pequeño y, en la desesperación, caían en una marea de pérdidas, algunas incalificables, de las llamadas manos blandas. No era ese el Breo conocido, y sí un CAI muy cercano al que durante gran parte de la temporada se ha mostrado intratable. ¿Podía ser la realidad tan cambiante de una semana a otra?

Para colmo de males, el Breogán perdía, después de una salvaje caída, a Dani López. El base se quedaba semiinconsciente en el suelo, apoyado en Victoriano, presto para tratar de darle aire al director de orquesta, al que el doctor Giao se tuvo que llevar al vestuario. Un dato lo dice todo, pese haber estado apenas siete minutos en cancha en el primer tiempo, al descanso seguía siendo el máximo anotador del equipo. Ordín pagaba su lesión de la semana, y Paco García colocaba sobre la cancha al más joven de todos, al base navarro del Estudiantes, Mikel Uriz.

¿Qué otra receta para aliviar los males, enredados como estaban los lucenses en una espiral de fallos? Los nervios crecían. Morentin veía una técnica. La actuación arbitral se miraba con lupa, y también el banquillo celeste era regalado con otra técnica, tras protestar una falta de Héctor García cuando el marcador, en el tercer cuarto era de 36-58 (tras ella, pasó a 36-64). Estaba desquiciado el Breogán. Mientras, el CAI, a lo suyo, a aumentar su ventaja (26-52 mediado el tercer cuarto) y hacerla irreversible. Para el recuerdo, en los celestes que pierden el averaje, únicamente el descaro de Uriz, y la entrega de, entre otros, Jeffers o Wade.