¿Follett en Compostela?

La Voz

SANTIAGO CIUDAD

10 ene 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuando este periodista pidió realizar la entrevista a Ken Follett, lo hizo con un miedo atroz. Leí Los pilares de la tierra con doce años y, tras hacerlo, decidí que quería ser escritor. He estudiado y reverenciado a Follett, imaginando qué le diría cuando por fin le conociese, y con temor de encontrarme con una persona desagradable o, aún peor, sin sustancia.

La primera impresión es la de un empresario, un multimillonario de chaqueta, corbata y tirantes, que lleva un reloj de oro que vale el equivalente al salario mínimo de un par de años de un trabajador español. Aún revolotea por su figura el brillo de los centenares de flashes con los que le han recibido los fotógrafos, con los que han acompañado cada gesto suyo durante la rueda de prensa. Se sienta en el sofá relajado, dueño de la situación, lleno de confianza en sí mismo.

Sin embargo, tras unos minutos de conversación, por debajo del traje hecho a medida en Saville Row descubro un hombre educado y campechano, con una risa ahogada de barítono, que suelta con reticencia, como temiendo salirse de su papel. Un tipo simpático, con el que merecería la pena ir a tomar unas cañas por el Franco.

Se muestra sorprendido y abre mucho los ojos cuando le leo algunas críticas -todas buenas- de su última novela. Sonríe como un niño grande cuando le pregunto qué se siente al ser el autor del libro más vendido el pasado año 2007 en tan solo ¡tres días de venta! «Sinceramente, nadie nos lo esperábamos. Nadie. Ni siquiera con el éxito de la anterior novela, ninguno de mis libros en ningún país se había vendido tan rápido», repite entre soñador y incrédulo.

Jack Builder

Le pregunto por Santiago de Compostela, un lugar que visitó Jack Builder, protagonista de Los pilares de la tierra. Confiesa que no ha estado nunca. Invierto algo del valioso tiempo de la entrevista en explicarle la distribución de la catedral de Santiago, su importancia histórica y su evolución como edificio. Escucha fascinado, con un brillo soñador en la mirada. «Debería usted ir -le digo entusiasmado-, tal vez se le ocurriese el argumento de una novela». Le doy mi tarjeta y me ofrezco a acompañarle. «Lo haré», promete.

¿Podemos atrevernos a soñar que la última parte de su trilogía medieval acontezca en Santiago de Compostela? No hay nada imposible