Tranvía turístico: ¿estación Termini?

A CORUÑA

10 jul 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La crisis nos ha enseñado que, cuando algo se construye, hay que dedicar dinero y esfuerzo a mantenerlo. Hubo un tiempo en el que se salpicaban piscinas, centros culturales y sociales por todos los rincones de la comarca. Hoy, los administradores de los tributos de los vecinos han caído en la cuenta de que, además de levantar las obras, después hay que pagar al personal y arreglar los desperfectos, que unas veces causa el paso del tiempo y otras el mal uso que hacemos de ellas.

El tranvía turístico coruñés no nació con esta filosofía del piscinazo o los espacios culturales sin ton ni son, pero está claro que también iba a exigir un mantenimiento. El servicio fue creado como un embrión de lo que en su día estaría llamado a ser el transporte del futuro, un moderno metro ligero que se convertiría en la envidia de España y parte del extranjero. Pero una cosa son las intenciones y otra la realidad. Inaugurado hace 14 años, por sus raíles circuló muy fugazmente unos días de finales del siglo pasado un prototipo de tren rápido. Duró lo que duran los fuegos artificiales de la Batalla Naval de las fiestas. Después de esa exhibición, el metro ligero volvió a lo suyo: un artilugio pesado y muy lento, pero también bello, destinado a ser usado casi en exclusiva por los turistas. Y claro, llegaron los cálculos matemáticos, como piedras de riñón: 200.000 euros de déficit al año. Con todo, su imagen se convirtió en una estampa característica de la urbe. A Coruña es hoy conocida como una ciudad atractiva con un patrimonio mundial, un paseo marítimo, la Domus, las galerías, y un tranvía turístico de aspecto casi decimonónico y con evocaciones románticas.

Desde luego, no es un asunto menor que las vías estuvieran en mal estado desde hace al menos dos años y que el anterior gobierno local, como revelan técnicos municipales ahora, tuviera conocimiento de ello y no lo resolviera. En asuntos de seguridad, las cosas de palacio jamás pueden ir despacio.

Otra cosa es el estudio de viabilidad que ahora se pondrá en marcha, y que resolverá «si conviene o no» mantener este medio de transporte, cuyo atractivo cercenó, hay que recordarlo, una obra eterna: el párking del Parrote, que se empezó a construir cuando había documentos de sobra para saber qué iba a aparecer debajo. Ahora, se puede hacer un informe con mil argumentos que avalen la supresión de este transporte. Sería lo fácil en el nombre de la austeridad... Pero los gobiernos están ahí para afrontar retos. Y el reto es intentar que el tranvía funcione con plenas garantías para los usuarios, con una repercusión mínima para el bolsillo de los vecinos, y tratando de que lo use la mayor cantidad de personas posible. Una opción que incluso defendió el nuevo líder del BNG local, sucesor de quien hace unos años bautizara irónicamente el tranvía como tren chuchú.

La cuestión es que la rentabilidad del tranvía turístico, como la de la torre de Hércules o la de la Domus, no puede medirse solo por el número de usuarios. Dejándonos llevar exclusivamente por las matemáticas, como bien sabe el alcalde, la ciudad no tendría hoy un patrimonio mundial que llevarse a la boca.

La rentabilidad del tranvía turístico, como la de la Torre o la Domus, no puede medirse solo por el número de usuarios