Una ventana a la India

R.?D. Seoane A CORUÑA/LA VOZ.

A CORUÑA

La fotógrafa Yolanda Ferrer visitó la ciudad del infinito, Anantapur, y descubrió la obra de Vicente Ferrer. Sus imágenes se pueden ver en la Marina

09 nov 2010 . Actualizado a las 10:58 h.

Viajó a la India sin intención alguna de mirar tras el objetivo. De hecho, ni siquiera se llevó su mejor cámara. El destino era bien distinto, ya que acudía a conocer a Gangavathi, la niña que tenía apadrinada desde la lejanía. Pero en Anantapur, rebautizada la ciudad del infinito, se encontró de lleno en medio de la obra de Vicente Ferrer y «me volví loca», confiesa Yolanda Ferrer.

La primera mujer que en Galicia se dedicó a la fotografía denominada artística se dio de bruces con la realidad de la India transformada por el ingenio del ya fallecido benefactor. Pese a la coincidencia en el apellido, no lo conocía más que por los reportajes de la tele. Pero cambió su perspectiva. Hasta el día 28 expone en el centro social de Caixanova, en la Marina, un trabajo que poco tiene que ver con su trayectoria anterior. «Es un reportaje puramente testimonial», describe, de lo que allí vio y vivió.

«Con inteligencia, honradez y constancia, Vicente Ferrer y su gente han sacado de la pobreza, la miseria y la ignorancia a una Galicia entera», resume sobre la labor del hombre para el que ya se reclama el Nobel de la Paz. Los niños, la dignidad de la mujer, los colegios, hospitales, el color de Asia y, sobre todo, los rostros protagonizan buena parte de esta muestra, mitad homenaje, mitad llamada a las conciencias.

Se puede ver, así, cómo miran los habitantes de Anantapur, muchos de ellos intocables para los que reivindicó y logró un lugar en el país de las castas. «Cuando llegué al pueblo de la niña que tenía apadrinada -cuenta-salió todo el mundo a recibirme; llevé caramelos para los niños, y una bolsa para ella sola, pero en cuanto se la di se puso a repartir con los demás: no tienen nada pero lo reparten todo».

Como ventanas a la India, en la sala de exposiciones muestra apenas medio centenar de fotografías con esas vivencias de las cientos que finalmente se trajo de un viaje revelador y que la ha empujado, confiesa, a replantearse hasta el papel del arte en el mundo. «Un porcentaje muy alto de este mundillo artístico me parece una tomadura de pelo, la sublimación de la estupidez, un mundo de los egos, del yoísmo , cuando el arte siempre ha estado al servicio de», explica.

La exposición ha estado ya en Vigo, Pontevedra, Ourense, y tras su estancia en la galería de la Marina viajará a Valencia y Madrid.

Cuando sus imágenes cuelgan aún en la bienal de Ámsterdam, y su trayectoria la había llevado hasta la abstracción, Yolanda Ferrer asegura que ahora mismo se plantea repetir camino y «dar a conocer lo que está haciendo tanta gente, en oenegés, sin pedir nada a cambio, por el mundo adelante». Regresará a la India, aunque no encontrará ya, como le sucedió casi a diario hace tres años, a Vicente Ferrer por los senderos de Anantapur. «Siempre decía algo que hacía pensar, aunque de forma muy natural, nada existencialista», recuerda. Piensa ya en acercarse a conocer, y retratar, el proyecto de Sonrisas de Bombay, y también el hogar de Urmi Baso en el barrio rojo de Calcuta, donde cobija y rescata a los hijos de las prostitutas.