Mil días detrás de una maleta

A CORUÑA

Un coruñés se gasta 4.000 euros en vuelos y juicios, empeñado en recuperar un equipaje de 900 euros que le extravió una aerolínea

25 mar 2010 . Actualizado a las 10:26 h.

Luis Blanco facturó su maleta en Barajas el 21 de junio del 2007 y nunca más la volvió a ver. Mucho peor que eso fue el precio que tuvo que pagar por intentar recuperar sus pertenencias. Dice que se gastó 4.000 euros en viajes, juicios y procuradores para que un juzgado ordene ahora, tres años después, que la aerolínea EasyJet lo indemnice en solamente 905 euros. A pesar de tanto trajín y dispendio lo volvería a hacer, pues la faena que le hizo la aerolínea hirió más su orgullo que su bolsillo. «Me vacilaron tanto que llegó un momento que me dio igual el tiempo o el dinero. No podía consentir este abuso», afirma un viajero que, a pesar de todo por lo que pasó, sigue volando sin llevar sus bolsas encadenadas al pie.

Como para no estar enfadado: En los últimos tres años puso decenas de reclamaciones ante la aerolínea, visitó cinco organismos, viajó dos veces a Madrid y cuando le dan la razón apenas le cubre una cuarta parte de lo que se gastó. Sin contar con el contenido de la maleta, que, entre otras cosas, llevaba unas gafas valoradas en mil euros.

Reclamaciones

El vía crucis se inició en aquel vuelo de regreso a A Coruña desde Barajas. Al llegar a Alvedro esperó en la cinta para recoger su maleta y esta no apareció. Puso la correspondiente reclamación y «de nada sirvió, pues a partir de ahí viví un calvario para recuperar mis pertenencias», lamenta el viajero.

Dos meses después, tras llamadas y más llamadas, la compañía lo llama y le dice que su maleta está en Madrid. Pero que no se la iban a enviar, que si tanto aprecio le tenía no le quedaba otra que viajar a la capital a por ella. ¿Qué hizo? Pues sacar un billete y presentarse en la oficina de EasyJet para reclamar lo suyo. Pasmado se quedó cuando un empleado le comunica que tiene que disculpar, que todo fue un error, que la bolsa no está en Madrid, sino en Londres.

Vuelta para A Coruña. Sobra decir con qué humor voló. Eso sí, seguro de no tirar la toalla y seguir hacia adelante. Costase lo que costase. Y costó. Lo primero que hizo fue lo que haría cualquiera, ir al Instituto Galego de Consumo. Como si hubiese ido a un bar, igual. Allí le dicen que no son competentes para eso y lo derivan a la Dirección General de Aviación Civil. Ahí corrió la misma suerte. El viajero, desesperado, contrata los servicios del abogado Ignacio Espinosa, que se pone manos a la obra y logra un acto de conciliación entre su cliente y la compañía aérea en un juzgado coruñés con la sana intención de que se arregle el asunto en un pacto entre caballeros. Tampoco sirvió de nada, pues el juez contestó que la empresa demandada tenía su sede en Madrid, por lo que se declaró incompetencia territorial.

¿Dio por perdida la maleta? Por nada del mundo. Siguió luchando y su abogado presentó la correspondiente demanda en un juzgado de instrucción madrileño. Pero este, como los anteriores, se declaró incompetente para juzgar el asunto en favor de un juzgado de lo Mercantil. Por fin hubo algo o alguien que sí estaba dispuesto a resolver un pleito al que ya le salía barba.

Luis Blanco volvió a viajar a Madrid junto con su letrado Ignacio Espinosa para asistir al juicio. Por fin tuvo enfrente a los representantes legales de la compañía, que a pesar de todo lo que pasó este hombre, aún pelearon por no indemnizarlo.

Finalmente, el juez del juzgado de lo Mercantil le da la razón a este paciente coruñés y ordena a la compañía que le pague 905 euros. El viajero quería más, quería que le abonasen también todos los gastos que le supuso el pleito. Pero eso sería otro procedimiento, y Luis, ahora sí, ya está escaldado.