Absuelto de inducción a la prostitución el acusado de explotar y esclavizar a mujeres en pisos de los Mallos
A CORUÑA
El hombre que fue detenido en marzo como supuesto cerebro de una red de explotación de mujeres fue absuelto del delito de inducción a la explotación al comprobarse que las chicas que tenía repartidas en varios pisos de la zona de los Mallos no estaban obligadas a ejercer su trabajo. Por lo que sí fue condenado fue por un delito contra el derecho de los trabajadores, por el que pasará cuatro años en prisión. El resto de detenidos en aquella operación, denominada Cascabel, fueron penados con dos años de prisión. Estas condenas pudieron escucharlas ayer los procesados en los juzgados, a donde acudieron al juicio por estos hechos. El abogado de la defensa, Antonio Platas, convenció al fiscal de que sus clientes no incurrieron en los delitos que se les imputaban, reconociendo, eso sí, que por lo único que se les podía condenar era por mantener a las mujeres en condiciones laborales ajenas al derecho de los trabajadores.
El fiscal entendía que el matrimonio propietario de los pisos lideraba presuntamente una organización que se dedicaba a explotar a mujeres sudamericanas en dos pisos de la ciudad situados en las calles San Luis y San Sebastián. Por ello pedía que ambos fuesen condenados a 29 años de prisión.
Aquel 28 de marzo, la policía pudo identificar a cuatro mujeres que trabajaban en la calle San Luis, que se publicitaba con el nombre Gatitas. Todas son de nacionalidad brasileña y sin permiso de trabajo. En la misma situación se encontraban las seis chicas que declararon en el juzgado y que prestaban sus servicios en el inmueble de la calle San Sebastián, conocido como Etiqueta Negra.
Según el fiscal, aunque «las mujeres accedían voluntariamente al piso para ejercer la prostitución», las condiciones de vida y trabajo de todas ellas «eran absolutamente abusivas». Indicaba el escrito de conclusiones provisionales del ministerio público que las prostitutas trabajaban todos los días de la semana, las 24 horas. Aclaraba el fiscal que las mujeres tenían siete horas para dormir y una al día de descanso, y si algún cliente reclamaba sus servicios tenían que estar «plenamente disponibles».
En un principio, cuando se desarrolló la operación, se creía que las chicas solo tenían permiso para salir del domicilio una hora al día y que el tiempo en que estaban fuera era controlado por la persona que en ese momento estuviese ejerciendo las funciones de encargado. Todas las chicas dormían juntas en la misma habitación, distribuidas en literas. Ellas mismas se hacían cargo de la limpieza y de la comida, aunque podían ser reclamadas por los clientes. Con el tiempo se comprobó que ninguna de ellas estaba forzada a ello.